Amílcar Barca o Barcas (c. 275 a 228 a. C.) fue un
general y estadista cartaginés, líder de la familia Bárcida, y padre de Aníbal,
Asdrúbal y Magón. Fue también suegro de Asdrúbal el Bello. El nombre de Amílcar
(púnico-fenicio 𐤇𐤌𐤋𐤒𐤓𐤕 ḥmlqrt,
«hermano de Melkart») era un nombre común para los hombres de Cartago. El
nombre 𐤁𐤓𐤒 (Brq o Baraq) significa
"rayo" en el idioma púnico y por lo tanto equivalente al epíteto o
sobrenombre Cerauno, común entre muchos comandantes griegos contemporáneos. La
palabra permanece en árabe y hebreo con el mismo significado.
Amílcar mandó las fuerzas de tierra cartaginesas en
Sicilia durante 247-241 a. C., durante las últimas etapas de la primera guerra
púnica. Mantuvo su ejército intacto y encabezó una exitosa guerra de guerrillas
contra los romanos en Sicilia. Después de la derrota de Cartago en 241 a. C.
Amílcar se retiró a África después de un tratado de paz. Cuando la Guerra de
los mercenarios estalló en 239 a. C., Amílcar fue llamado a mandar las fuerzas
cartaginesas y fue fundamental en la conclusión del conflicto con éxito.
Amílcar dirigió la expedición cartaginesa en Iberia en 237 a C , y después de
ocho años amplió el territorio cartaginés en Iberia antes de morir en la
batalla de Illici en 228 a C .
ORIGEN
Nacido en Cartago, posiblemente originario de una
familia aristocrática cartaginesa de Cirene (actual Libia) emigrada a Cartago.
La tradición habla de que la familia descendía directamente de Dido (Elisa),
fundadora de la ciudad púnica según la mitología cartaginesa. En el 247 a.C, a
la edad de 33 años, asume el mando de las tropas cartaginesas en Sicilia
durante la primera guerra púnica contra Roma.
FUNDADOR DE LA DINASTÍA BÁRCIDA
Amílcar (o 𐤇𐤌𐤋𐤒𐤓𐤕,
Hmlqrt, en púnico «hermano de Melqart», dios de los fenicios que los
cartagineses denominarían Baal), es el fundador de la estirpe de los Bárcidas
(de 𐤁𐤓𐤒, Barqa o Baraq, «rayo,
fulgor»), una serie de generales y hombres de estado al servicio de Cartago.
Héroe de la primera guerra púnica, de la Guerra de los Mercenarios y padre del
célebre Aníbal -el Bárcida que alcanzaría el cénit de la dinastía durante la
segunda guerra púnica-. También es conocido como gobernante de la Iberia
cartaginesa y como posible fundador de varias ciudades españolas como Alicante
(Akra Leuké) o Barcelona.
CARRERA MILITAR
PRIMERA GUERRA PÚNICA
En la Primera guerra púnica, Amílcar, tras haber
desembarcado por sorpresa en el noroeste de Sicilia al mando de un heterogéneo
y reducido contingente militar formado en su mayor parte por mercenarios de
diversas nacionalidades, confirma no obstante el control cartaginés sobre la
isla, tradicional feudo romano. Utiliza para ello tácticas y elementos mixtos e
innovadores, al estilo de Pirro y Alejandro, dotando a sus hombres de una
versatilidad y disciplina extraordinarias (con las dificultades ya comentadas,
al tratarse de fuerzas muy diversas en tipología y origen) mediante las cuales
consigue hacerse fuerte en el monte Heirktê o Ercte (actual Monte Pellegrino,
cerca de Palermo) y desde donde hace frente a los continuos ataques romanos en
constante inferioridad numérica, llegando incluso más allá de la defensa,
armando un contraataque que le llevaría exitosa y prácticamente hasta la costa
sur de Italia. Si bien Amílcar no llegó a recuperar ninguna de las ciudades
perdidas ante Roma ni a ganar batallas relevantes, su actuación fue siempre
digna y exitosa, causando numerosas bajas y provocando un elevado y continuo
coste en recursos a los romanos. Tras la derrota cartaginesa en la primera
guerra púnica, Amílcar acabó invicto, retirándose con sus 20.000 hombres
ordenadamente sin rendir las armas (algo inaudito entre los enemigos derrotados
por Roma) y con un bien ganado prestigio entre sus hombres y sus enemigos.
GUERRA DE LOS MERCENARIOS
La situación en Cartago tras la derrota era de
profundo malestar, y las condiciones de la rendición ante Roma suponían una
humillante sumisión al vencedor, aparte de un notable déficit económico tanto
por las pérdidas sufridas como por los tributos a pagar al bando victorioso. La
desazón se hace especialmente ardua entre las tropas mercenarias que deseaban
cobrar su paga –algunos no la cobraban desde mucho antes de acabar el
conflicto-, aunque también entre los campesinos libios, así como los
comerciantes que veían ahora cortadas las rutas comerciales y con ellas sus
ingresos. Esta crisis desemboca en lo que se llamó la Rebelión de los
Mercenarios los cuales, unidos a esclavos fugitivos y a campesinos
empobrecidos, y dirigidos por el líder libio Mathô, el mercenario galo Autarito
y el esclavo campano Spendios, alzan un ejército de cerca de 90.000 hombres,
creando un alzamiento popular contra Cartago, apoderándose y levantando la
mayoría de las ciudades aliadas y llegando a poner cerco a la misma capital.
Con la metrópoli en jaque por las derrotas de las exiguas tropas cartaginesas
al mando de Hannón, en una situación mucho más peligrosa y cercana al saqueo y
a la destrucción que durante toda la primera guerra púnica, Amílcar resulta ser
elegido como caudillo para sofocar tan peligrosa revuelta, en base al respeto y
el temor que su imagen causaba entre los mercenarios, aparte del prestigio
militar y la demostrada capacidad en el manejo de tropas labrados contra Roma.
Así pues, con la ciudad cercada, consigue sacar de noche a sus tropas (muy
inferiores en número a las rebeldes) por sorpresa y, tras una larga, dura y
magistral campaña de hostigamiento, tras tres sangrientos años y cuatro meses
de arduas luchas acaba con la cruenta rebelión, crucificando a los rebeldes
supervivientes.
EXPANSIÓN HACIA IBERIA
Tras tan notable y duro triunfo, Amílcar consigue una
enorme popularidad, y a pesar de los recelos de sus adversarios en el Senado
Cartaginés, consigue el puesto de comandante en jefe del ejército,
convirtiéndose prácticamente en el auténtico dueño y señor de Cartago. Ante la
pérdida de Sicilia, Cerdeña y Córcega ante Roma, Amílcar pone sus ojos en
Iberia, inhóspita tierra de extraordinaria riqueza, como base para expansión y
también para compensar las pérdidas económicas y navales, comenzando así la
reconstrucción de la potencia cartaginesa. Recluta y entrena un nuevo ejército,
y tras pacificar Numidia y sellar el control púnico sobre el norte de África,
decide lanzarse sobre Iberia (236 a. C.). Durante ocho años, consolida los
cimientos de lo que sería la nueva potencia cartaginesa a partir de la riqueza
de los nuevos territorios conquistados en Iberia, estableciendo alianzas
diplomáticas con los pueblos nativos y sacando provecho de los ricos
yacimientos mineros ibéricos y demás materias primas. Enriquece las tropas
cartaginesas con los fieros soldados íberos y baleares, y consigue sofocar, en
compañía de su yerno Asdrúbal el Bello, las numerosas y continuas rebeliones de
los nativos no sumisos ante la expansión cartaginesa.
MUERTE
En invierno de 229-228 a. C., en una escaramuza
contra rebeldes oretanos, acontece su prematura muerte en las cercanías de
Helike. La localización de Helike es conflictiva. Tradicionalmente, se ha
venido especulando con Elche de la Sierra (Albacete) , Elche (Alicante), e
incluso Belchite (Zaragoza). Otras interpretaciones modernas, se limitan a
ubicarla en alguna ciudad oretana, sin concretar más, dadas las contradicciones
en las fuentes históricas, que tantas polémicas han generado a lo largo de los
años.
Amilcar sería sucedido en el mando por su yerno,
Asdrúbal el Bello.
LEGADO
Amílcar es, sin lugar a dudas, un relevante
personaje, clave en la historia de su nación y también en la de sus enemigos,
espejo en el cual se miraron sus “cachorros de león” –como a él le gustaba
llamar a sus hijos-, especialmente su hijo mayor, el más célebre de los púnicos
y para muchos, el más grande general de todos los tiempos: Aníbal.
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