CRASO.- ¿Has presenciado alguna vez algo así?. ¿Tantos
corazones latiendo hacia un inevitable final?
ESPARTACO.- ¿Por qué me has hecho venir, Craso?
CRASO.- Por la misma razón que has venido. La curiosidad.
ESPARTACO.- ¿Y estás satisfecho?
CRASO.- Llevamos meses vejándonos el uno al otro. Los dos
hemos sufrido como consecuencia. Pero nunca hemos intercambiado palabra.
ESPARTACO.- Mis disculpas, imperator. No puedo arrepentirme
de la muerte del soldado que quitó la vida a Crixo.
ESPARTACO.- Eso no fue lo que yo ordené. Pero sus manos
habían tratado a esa mujer con crueldad y las de ella tomaron venganza.
ESPARTACO.- No te atrevas a comparar tu pérdida con la mía.
Tu hijo quiso luchar por la República. La misma que me arrebató a mi inocente
esposa y la condenó a la esclavitud y la muerte.
ESPARTACO.- Lo que le ocurra a mi gente le ocurrirá porque
lo ha elegido así. Nosotros elegimos nuestro destino. Ni tú ni los romanos. Ni
siquiera los dioses.
CRASO.- ¿Y aliviará la ulcerosa herida?. Si el Traedor de la
Lluvia consigue un milagro y derrota a Craso y sus legiones, ¿se marchará de la
República?. ¿Se conformará con ajusticiar a aquellos que tanto daño le
hicieron?
CRASO.- No. Lo intentarás.
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