Saludos al noble Julio César de su amigo, Marco Tulio
Cicerón.
Te devuelvo un anillo con el que creo que estás
familiarizado. Fue tomado de la mano de un muerto, uno de los dos jinetes que nos atacaron a mí y a
mi hermano Quinto en la carretera de Epidauro a Atenas, hace dos semanas.
Considerando que ya había visto un anillo de esta clase cuando intentaron
matarme en Arpinum, como ya te conté hace años, no pude llegar a otra
conclusión sino a la de que los mismos hombres vuelven a desear de nuevo mi
muerte.
Siempre te he querido como si fueras un hermano menor y no
puedo creer que tú seas responsable de este segundo ataque, ni que fueras
responsable del anterior. Sin embargo, sé que tú conoces quiénes son las
personas que desean mi muerte y que hasta es posible que tú seas de su grupo.
Tus mentiras, Julio, no servirán por tanto para nada. No estoy de humor para
evasivas, ni dejaré de sospechar por muchas protestas de inocencia que me
hagas. Estoy entristecido por la muerte de mi fiel Sirio, que me fue regalado
por mi anciano mentor, Escévola y que murió a mi servicio. Ya he sacrificado
por el descanso de su alma. Nunca perdonaré a los que dieron muerte a ese
inocente. Un día lo vengaré.
Devuelve ese anillo a tu amigo, Julio, e infórmale que lo
recordaré siempre y que su sangre enjugará la sangre de un esclavo.
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