Como
ni Lucio Belieno ni Marco Sextilio han vuelto todavía a nuestro seno, creo que
hoy soy el único miembro presente en esta Cámara que ha sido capturado alguna
vez por piratas . Ello me convierte, por decirlo así, en un experto en el tema,
si la pericia puede derivar de la experiencia de primera mano. A mí no me resultó
una prueba edificante, y mi aversión empezó en el momento en que vi aquellas
dos galeras de guerra perfectamente equipadas avanzando hacia mi pobre y lento
bajel mercante.
Porque,
padres conscriptos, fui informado por el capitán de mi barco de que intentar
ofrecer resistencia armada con toda seguridad daría como resultado muertes,
cosa que sería inútil. Y yo, Cayo Julio César, tuve que rendir mi persona a un
vulgar individuo llamado Polígono, que había estado sometiendo a pillaje a los
mercaderes en aguas lidias, carias y licias durante más de veinte años.
Aprendí
mucho durante los cuarenta días que permanecí prisionero de Polígono. Aprendí
que hay un baremo de rescate ya prefijado para todos los prisioneros que son
demasiado valiosos para que se les envíe a los mercados de esclavos o para
quedar encadenados al servicio de esos piratas en sus propias guaridas. Para un
simple ciudadano romano significa la esclavitud. Un simple ciudadano romano no
vale doscientos sestercios, que es el precio más bajo que podría reportar en
los mercados de esclavos. Para un centurión romano o un romano situado en la
mitad de la jerarquía de los publicani, el rescate es medio talento. Para un
caballero romano en lo alto de la escala, o publicano, el precio es un talento.
Para un noble romano de alta familia que no sea miembro del Senado, el precio
es de dos talentos. Para un senador romano pedarius, el rescate es de diez
talentos.
Para un senador romano que tenga la categoría
de magistratura junior, cuestor, edil o tribuno de la plebe, el rescate es de
veinte talentos. Para un senador romano que ha ostentado el cargo de pretor o
cónsul, el rescate es de cincuenta talentos. Cuando son capturados al completo
con lictores y fasces, como en el caso de nuestros dos últimos pretores, el
precio se eleva a cien talentos cada uno, como hemos sabido hace sólo unos
días. Los censores y los cónsules notables reportan cien talentos. Aunque no
estoy seguro de qué valor le darían los piratas a cónsules como nuestro querido
Cayo Pisón, aquí presente... ¿un talento, quizás? Yo no pagaría más por él, os
lo aseguro. Pero claro, ¡yo no soy un pirata, aunque a veces me hago preguntas
acerca de Cayo Pisón a ese respecto!.
Se
espera que uno durante el cautiverio palidezca de miedo y se ponga a suplicar
por su vida. Algo que estas julianas rodillas mías no están acostumbradas a
hacer... y no hicieron. Yo pasaba el tiempo reconociendo el terreno, calculando
la posible resistencia ante un ataque, investigando qué partes estaban
protegidas, mirando los alrededores. También empleé el tiempo en asegurarme de
que cuando se pagara mi rescate, que era de cincuenta talentos, yo regresaría,
tomaría el lugar, enviaría a las mujeres y a los niños a los mercados de
esclavos y crucificaría a los hombres. Consideraron que aquello era una broma
maravillosa. Me aseguraron que yo no podría encontrarlos nunca. Pero sí que los
encontré, padres conscriptos, y tomé el lugar, y envié a las mujeres y a los
niños a los mercados de esclavos, y también crucifiqué a los hombres. Podría
haber traído conmigo a mi regreso los rostra de cuatro barcos piratas para
adornar las tribunas, pero como utilicé a los rodios para la expedición, se los
llevaron ellos para colocarlos encima de una columna en Rodas, junto al nuevo
templo de Afrodita que contribuí a construir con mi parte del botín.
Ahora
bien, Polígono era sólo uno entre cientos de piratas de ese extremo del Mare
Nostrum, y ni siquiera se trataba de un pirata importante, si es que hay que
clasificarlos en categorías. Fijaos, polígono había tenido una época tan
lucrativa trabajando él solo con cuatro galeras, que no vio la utilidad de
aunar fuerzas con otros piratas para formar una pequeña armada bajo el finando de un almirante competente
como Lastenes o Panares... o Farnaces o Megadates, para acercarse un poco más a
casa. Polígono se contentaba con pagar quinientos denarios a un espía en Mileto
o en Priene a cambio de información sobre los barcos que merecía la pena
abordar. ¡Y qué diligentes eran sus espías!. Ningún botín importante les pasaba
inadvertido. En el tesoro que tenía había muchas joyas hechas en Egipto, lo
cual indica que atacaba naves entre Pelusio y Pafos también. Así que su red de
espías debía de haber sido enorme. Y pagaba sólo la información que le
reportaba una buena presa, naturalmente, no les pagaba de modo rutinario. Si
uno mantiene a los hombres en la escasez y con la nariz afilada, al final,
aparte de más barato, es también más efectivo.
No
obstante, aunque son nocivos y suponen una gran molestia, los piratas como
Polígono son un asunto de escasa importancia comparados con las flotas piratas
comandadas por almirantes piratas. Éstas no necesitan esperar a que pase un
barco solitario, o barcos en convoyes desarmados. Éstas pueden atacar flotas de
barcos de transporte llenos de grano escoltados por galeras soberbiamente
armadas. Y luego proceden a vender a intermediarios romanos aquello que desde
un principio era de Roma, aquello que ya se había comprado y pagado. No es de
extrañar que las barrigas romanas se encuentren vacías, y que la mitad de ese
vacío sea producido por la falta de grano y la otra mitad porque el poco grano
que hay se venda a tres o cuatro veces su precio, a pesar de la lista de
precios que han llevado a cabo los ediles.
No
necesito insistir en un punto porque no le veo ninguna utilidad. Ha habido gobernadores provinciales nombrados
por este cuerpo que se han confabulado con los piratas para proporcionarles
instalaciones portuarias, comida e incluso vinos de solera en determinadas
franjas de la costa que de otro modo habrían estado cerradas a la ocupación de
los piratas. Todo ello salió a la luz pública durante el juicio de Cayo Verres,
y aquellos de vosotros que os encontráis hoy aquí sentados y que, o bien os
dedicasteis a esta práctica, o bien permitisteis que otros se dedicasen a ella,
sabéis bien quiénes sois. Y si el destino de mi pobre tío Marco Aurelio Cotta
ha de tener algún sentido, que os sirva de ejemplo de que el paso del tiempo no
es garantía de que no se os vaya a pedir cuentas de los crímenes cometidos,
reales o imaginarios.
Ni
tampoco pienso insistir en otro punto tan obvio que es muy viejo y está ya muy
gastado. A saber, que hasta ahora Roma, ¡y al decir Roma me refiero tanto al
Senado como al pueblo!, ni siquiera ha tocado el problema de la piratería, y
mucho menos ha empezado a combatirlo. No hay manera alguna de que un hombre en
un insignificante lugar, ya sea ese punto Creta, las Baleares o Licia, pueda
tener esperanza de poner fin a las actividades de los piratas. Atacan en un
lugar, y luego lo único que ocurre es que los piratas cogen sus bártulos y se
van navegando a otra parte. ¿Acaso ha logrado Metelo en Creta cortarle
realmente la cabeza a algún pirata?.
Lastenes y Panares no son más que dos de las cabezas que posee esa
monstruosa hidra, y las otras todavía permanecen sobre sus hombros y siguen
navegando por los mares que rodean Creta.
¡Lo que hace falta no es sólo la voluntad de
triunfar, no es sólo el deseo de triunfar, no es sólo la ambición de triunfar!.
Lo que hace falta es un esfuerzo supremo en todos los lugares de una vez, una
operación dirigida por una sola mano, una sola mente, una sola voluntad. Y
mano, mente y voluntad han de pertenecer a un hombre cuya destreza en la
organización sea también conocida y esté tan sometida a prueba que nosotros, el
Senado y el pueblo de Roma, podamos confiarle a él la tarea con la seguridad de
que por una vez nuestro dinero, nuestros hombres y nuestro material no sean
desperdiciados. Aulo Gabinio ha sugerido un hombre. Un hombre que es consular y
cuya carrera indica que puede hacer el trabajo como hay que hacerlo. ¡Pero yo
lo haré mejor todavía que Aulo Gabinio, y sí nombraré a ese hombre!. ¡Propongo
que este cuerpo otorgue mando contra los piratas con imperium ilimitado en todos
los aspectos a Cneo Pompeyo Magnus!.
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