En las procesiones publicas,
Flavio Constancio aparecía abatido y malhumorado. Era un hombre de ojos
saltones, largo cuello y cabeza ancha que siempre desmontaba dejándose caer
bruscamente por encima del cuello del caballo que montaba y que después lanzaba
rápidas miradas acá y allá por el rabillo del ojo ... Sin embargo, en los
banquetes y las celebraciones era tan alegre y amable que llegaba incluso a
competir con los bufones que solían actuar frente a su mesa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario