¡Ven,
Gilgamesh, sé tú mi amante!. Concédeme tu fruto. Serás mi marido y yo seré tu
mujer. Enjaezaré para ti un carro de lapislázuli y oro, cuyas ruedas sean
áureas y cuyas astas sean de bronce. Tendrás demonios de la tempestad que uncir
a fuer de mulas poderosas. En la fragancia de los cedros entrarás en nuestra
casa. Cuando en nuestra casa entres, ¡el umbral y el tablado besarán tus pies!.
¡Se humillarán ante ti reyes, señores y príncipes!. El producto de colinas y de
llanos te ofrecerán por tributo. Tus cabras engendrarán crías triples, tus
ovejas gemelos, tu asno en la carga sobrepujará a tu mula. Los corceles de tu
carro serán famosos por su carrera, ¡tu buey bajo el yugo no tendrá rival!.
(Gilgamesh
6.3)
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