Alejandro
fue el hombre de más bello cuerpo, más amante del esfuerzo y de mente más
aguda, el más valeroso y amante de la gloria y de los peligros, así como el más
piadoso con los dioses. El de mayor templanza con los placeres del cuerpo y,
respecto a los placeres del espíritu, jamás se saciaba su afán de gloria. El
más capaz de comprender lo necesario en medio de la mayor oscuridad y el más
feliz en conjeturar lo verosímil cuando todo era meridianamente claro. Era
también el más experto en organizar, equipar y ordenar un ejército. Como nadie
sabía levantar el ánimo de sus soldados y colmarlos de buenas esperanzas, así
como eliminar la sensación de miedo en los peligros por su propio
desconocimiento de lo que es el miedo; el más noble hombre en todos los
asuntos. Cualquier cosa que hubiera que hacer en situaciones difíciles, él lo
realizaba con el mayor arrojo; y cuando había que arrebatar algo, adelantándose
al enemigo, era el más capaz en anticiparse, antes de que nadie temiera que
esto fuera a ocurrirle. De total fiabilidad en guardar lo pactado y convenido,
el más astuto en no caer en las trampas de los embaucadores; económico al
máximo con el dinero invertido en su propio placer, y muy generoso en
beneficiar a los demás. Cualquiera que hable mal de Alejandro, que lo haga
contando no sólo las cosas censurables que Alejandro hizo, sino que junte todo
lo que Alejandro llevó a cabo, y vea así el conjunto. Que considere ese tal
quién es él mismo y cuál es su suerte, y, frente a eso, que calcule quién llegó
a ser Alejandro y hasta qué grado de humana felicidad llegó, convertido en
soberano indiscutible de ambos continentes y que alcanzó a expandir su fama a
todas partes. Que hable mal ese tal de Alejandro, él que será un personajillo
insignificante que se ocupa en pequeñeces y es incapaz incluso de poner orden
en ellas. A mi parecer no hay pueblo, ni ciudad actual, ni un solo hombre a
quien no haya alcanzado la fama de Alejandro. Es más, creo que un hombre así,
sin par en el humano linaje, no ha podido nacer sin alguna intervención divina.
(
Flavio Arriano en "Anábasis" )
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