Nerón tenía el poder supremo.
Era "árbitro de la vida y la muerte para las naciones"; tenía
capacidad para decidir «la suerte y posición de cada cual»; por mediación de
sus labios la Fortuna anunciaba "qué dones daba a cada ser humano".
Pero la clave para ser buen emperador no consistía únicamente en reconocer ese
poder, sino en ejercerlo con comedimiento. Si era capaz de mostrar clemencia,
sería buen emperador, como Augusto; de lo contrario no sería sino un tirano
despreciable. Nerón haría bien en emular a Augusto llevando este argumento a
sus últimas consecuencias: por encima de todo el emperador debe disfrazar su
poder absoluto.
( Séneca en "Sobre la
clemencia" )
No hay comentarios:
Publicar un comentario