Estacio escribió una bonita prosa a un león que murió entre las garras de un joven contrincante en la arena en
tiempos de Domiciano:
Pobre amigo, ¿qué bien te hizo
aprender a obedecer a un amo mucho más débil que tú, a entrar y salir de tu
jaula cuando te lo mandaban, a llevarle tus presas e incluso a dejar que
metiese su mano entre tus fauces?. Una vez fuiste el terror de la arena y los otros
leones se apartaban cuando pasabas. Has muerto peleando, con la valentía de un
soldado y, aún cuando sabías que estabas herido de muerte, esperaste con las
fauces abiertas al enemigo que acabaría contigo. Has de saber que todo el
pueblo y el Senado lloró tu muerte como si fueses un famoso gladiador y que
entre todas las bestias recogidas desde Escitia hasta las riberas del Rin, la
cara del César sólo se conmovió cuando moriste, aunque no eras más que otro león
perdido.
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