Hemos visto a sus cabecillas y a sus jefes dedicarse, no a
representar la rendición de un estandarte hecho jirones, sino a entregar las
armas y las espadas con las que hasta ese día habían ejercido el poder, les
hemos visto aferrarse a las rodillas de emperador Teodosio con mas fuerza de la
que empleaba Tetis, según Homero, para abrazarse a las de Zeus cuando le
suplicaba en favor de su hijo, hasta conseguir que el emperador asintiese
amablemente y les hablara, no para suscitar la guerra, sino lleno de dulzura,
de paz, de benevolencia y del perdón de los pecados.
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