¡Oh, qué misterioso poder infunde al pueblo la
presencia del genio del imperio! ¡A qué
gran dignidad corresponde alternativamente en su turno tu majestad, cuando la púrpura imperial devuelve
los saludos
al pueblo reunido en las gradas del circo,
cuando resuena, elevado al cielo con el
apoyo del cóncavo recinto, el estrépito de la plebe tras haber sido saludada y el
eco repite al unísono por todas las siete colinas el nombre de Augusto!.
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