A los lusitanos los sublevó Viriato, hombre de
sutilísima sagacidad que, tras convertirse en cazador en bandolero y luego de
bandolero en caudillo y general, y, si la Fortuna lo hubiese permitido, en un
Rómulo para Hispania, no contento con defender la libertad de los suyos,
asolando a sangre y fuego, atacando incluso, los campamentos y guarniciones de
los pretores hasta el exterminio de su ejército y fijó en sus montes nuestras
trábeas, fasces y estandartes, como trofeos que había capturado.
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