domingo, 26 de enero de 2020

PROCOPIO DE CESAREA RELATA LOS FANS Y LA VIOLENCIA DEL CIRCO ROMANO



La población de cada ciudad, desde muy antiguo, estaba dividida entre «azules» y «verdes», pero no hace mucho tiempo que, por estos colores y por las gradas en que están sentados para contemplar el espectáculo, gastan su dinero, exponen sus cuerpos a los más amargos tormentos y no renuncian a morir de la muerte más vergonzosa. Se pelean con sus rivales, sin saber por qué corren ese peligro, pero dándose plena cuenta de que, aun cuando superaran a los enemigos en la pelea, lo que les espera es que los lleven de inmediato a la cárcel y al final los hagan perecer torturados de la peor manera. Lo cierto es que el odio que les brota hacia personas muy próximas no tiene justificación, y permanece irreductible durante toda su vida, sin ceder ni siquiera ante vínculos de matrimonio, ni de parentesco, ni de amistad, aunque sean hermanos o algo semejante los que defienden colores distintos. Y no hay nada humano ni divino que les importe, comparado con que venza el suyo. Aun en el caso de que alguien cometa un pecado de sacrilegio contra Dios, o la constitución y el Estado sufran violencia por parte de los propios ciudadanos o de enemigos externos, o incluso si ellos mismos se ven quizás privados de cosas de primera necesidad, o su patria es víctima de las circunstancias más nefastas, ellos no hacen nada, si no le va a suponer un beneficio a su bando: que así es como llaman al conjunto de sus partidarios. En este fanatismo también se unen a ellos sus esposas, que no sólo secundan a sus maridos, sino que incluso, si se tercia, se les enfrentan, aunque no vayan nunca a los espectáculos ni las induzca ningún otro motivo; de modo que a esto no puedo darle otro nombre que enfermedad del alma.






No hay comentarios:

Publicar un comentario