Viriato era justo en los repartos de botín, ya que
gratificaba con regalos escogidos los hombres más valientes según su mérito, e
incluso sin necesidad de robar nada en absoluto del tesoro público. Por esto
precisamente sucedía que los lusitanos corrían con ardor los mayores peligros
junto a él venerándole como a un benefactor y salvador común.
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