EMPERADOR FLAVIO JULIO VALENTE |
Los godos se dispersaron
por toda Tracia avanzando con cautela. En este avance, aquellos a los que
derrotaban o hacían prisioneros les mostraban ricos pueblos, sobre todo
aquellos en los que se decía que había una gran abundancia de alimentos. No es
extraño que con tales guías no quedara nada intacto, con la excepción de los
lugares inaccesibles y abruptos. Sin distinguir sexo o edad, toda aquella zona quedo
devastada y fue presa de terribles incendios. Los hijos eran arrebatados del
regazo de sus madres y asesinados. Se llevaron a madres, incluso después de que
algunas hubieran quedado viudas y hubieran visto morir a sus maridos ante sus
propios ojos. Niños pequeños y jóvenes fueron arrastrados entre los cadáveres
de sus padres. Muchos ancianos que clamaban que estaban ya hastiados de vivir,
después de perder sus riquezas y a sus bellas esposas, eran arrastrados con las
manos atadas a la espalda sobre las cenizas ardientes de sus propios hogares.
Una vez agotado todo lo que
podía utilizarse como alimento en las tierras de Escitia y de Moesia (las dos
provincias romanas situadas al norte del monte Hemo), los bárbaros, llevados
por el hambre y la penuria, se revolvían en grandes masas. Y aunque realizaron
frecuentes intentos, chocaban siempre con la resistencia de los romanos, que se
mantenían firmes en aquellas abruptas zonas.
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