viernes, 5 de diciembre de 2014

CARTA DE PUBLIO RUTILIO RUFO A CAYO MARIO QUE SE ENCUENTRA DE VIAJE POR ORIENTE


Saludos de Roma, Cayo Mario. Te escribo ésta en Año Nuevo, después de recibir promesa de un rápido trayecto para ella nada menos que por boca de Quinto Granios de Puteoli. Espero que te halle en Halicarnaso, pero si no es así, ya te llegará.



Te alegrará saber que Quinto Mucio conjuró las amenazas de procesamiento, en gran medida gracias a su elocuencia en el Senado y a los discursos de apoyo de su primo Craso Orator y del mismísimo Escauro, príncipe del Senado, quien está totalmente de acuerdo con lo que hemos hecho Quinto Mucio y yo en la provincia de Asia. Como era de esperar, fue más difícil tratar con el Tesoro que con los publicani. Si a un hombre de negocios romano le reconoces lo suyo, siempre se impone el sentido comercial, y en nuestras disposiciones para la provincia de Asia se ha impuesto ante todo el sentido comercial. Fueron sobre todo los coleccionistas de arte los que más pusieron el grito en el cielo, en particular Sexto Perquitieno. La estatua de Alejandro que se llevó de Pérgamo ha desaparecido misteriosamente de su peristilo, quizá porque Escauro, príncipe del Senado, le concedió especial relieve en su discurso ante la Cámara. En cualquier caso, el Tesoro cedió por fin, a regañadientes, y los censores anularon las contratas de Asia. A partir de ahora, los impuestos de la provincia de Asia se basarán en las cifras que calculamos Quinto Mucio y yo. De todos modos, no quiero darte la impresión de que todo ha quedado olvidado, ni aun en el caso de los publicani. Una provincia bien administrada es difícil de explotar, y entre esos recaudadores hay muchos que querrían seguir explotando la provincia de Asia. El Senado ha acordado enviar hombres más distinguidos para su gobierno, y eso impedirá que los publicani se impongan.




Tenemos nuevos cónsules. Nada menos que Lucio Licinio Craso Orator y mi querido Quinto Mucio Escévola. Nuestro pretor urbano es Lucio Julio César, que ha sustituido a un extraordinario hombre nuevo, Marco Herenio. Nunca he visto a nadie que tenga más atractivo para los electores que ese Marco Herenio, aunque no acabo de entender por qué. La cuestión es que basta con que le vean y comienzan a votarle a gritos. Un hecho que no gustó nada a aquel rastrero monumental que tuviste a tu servicio cuando era tribuno de la plebe, me refiero a Lucio Marco Filipo. Cuando se hizo el recuento de votos para pretor, hace un año, Herenio figuraba en cabeza y Filipo en cola. Quiero decir de los seis nombrados. ¡Habrías debido oír los quejidos y gimoteos! Los de este año apenas tienen interés. El año pasado el praetor peregrinus, Cayo Haco, llamó la atención sobre su persona dando plena ciudadanía romana a una sacerdotisa de Ceres en Velia, una tal Califana. Toda Roma ansía saber por qué, pero es de imaginar.



Los censores Antonio Orator y Lucio Haco han concluido la concesión de contratas (complicada por las actividades de dos personas en la provincia de Asia, que hizo que se retrasasen bastante) y han hecho un escrutinio en los rollos senatoriales sin hallar ningún culpable, e igual resultado entre los caballeros. Ahora están poniendo en marcha un censo completo del pueblo romano en todo el orbe, dicen, y afirman que nadie escapará a sus redes.



Con tan loable propósito han alzado una caseta en el Campo de Marte para ir confeccionando el de Roma. Para cubrir Italia, han reunido una fuerza de funcionarios, asombrosamente bien organizada, cuyo cometido es recorrer todas las ciudades de la península para establecer el censo correspondiente. Yo lo apruebo, aunque hay muchos que no, y dicen que basta con el antiguo método de que los ciudadanos rurales se inscriban a través de los duumviri de su municipio y los de provincias a través del gobernador. Pero Antonio y Haco insisten en que su sistema es mejor, y lo es. Tengo entendido, sin embargo, que los ciudadanos residentes en provincias tendrán que seguir inscribiéndose a través de los gobernadores. Naturalmente, los chapados a la antigua dicen que el resultado será el mismo, como lo es siempre.



Y unas cuantas noticias de provincias, ya que, como estás en ese apartado rincón del mundo, no las sabrás. Antíoco VIII de Siria, llamado Gripo Nariz Ganchuda, ha sido asesinado por... no sé si su primo, su tío o su hermanastro, Antíoco IX, llamado Ciziceno. Tras lo cual, la esposa de Gripo, Cleopatra Selene de Egipto, se apresuró a casarse con el asesino de su esposo, el tal Ciziceno. ¿Lloraría mucho entre la viudez y su nueva boda? No obstante, esta noticia significa al menos que de momento en la Siria del norte gobierna un solo rey.



De mayor interés para Roma es la muerte de uno de los Tolomeos, Tolomeo Apion, hijo bastardo del horrendo Tolomeo Gran Vientre de Egipto, que murió hace poco en Cirene. Recordarás que era rey de Cirenaica, pero murió sin dejar heredero. ¡Y, mira lo que son las cosas, dejó el reino de Cirenaica en herencia a Roma! El viejo Atalo de Pérgamo ha iniciado una nueva moda. Es un agradable sistema para acabar dominando el mundo, Cayo Mario. A base de testamentos.

¡Espero que decidas regresar este año! Roma es muy aburrida sin ti, ni siquiera tengo al Meneitos para quejarme de él. Actualmente circula un rumor de lo más curioso, según el cual el Meneítos habría muerto ¡envenenado! El que lo propala es nada menos que el físico de moda en el Palatino, Apolodoro Sículo. Cuando se indispuso el Meneítos, llamaron a Apolodoro, que al parecer no quedó muy convencido con aquella muerte y reclamó una autopsia. El Meneitos hijo se negó, quemaron a su tata, lo enterraron en una tumba de horrendos adornos y de eso hace ya muchas lunas. Pero el pequeño griego siciliano ha hecho averiguaciones e insiste en que el Meneítos bebió una poción muy nociva a base de semillas de melocotón. El Meneítos hijo replica que nadie tenía motivos para hacerlo y ha amenazado con llevar a Apolodoro ante los tribunales si no deja de ir diciendo por ahí que a su padre le envenenaron. Nadie piensa, ¡ni siquiera yo!, que el Meneítos se cargara al tata, ¿y qué otra persona lo habría podido hacer?



Un retazo final delicioso y te dejo en paz. Son cotilleos de familia pero los repite toda Roma. El esposo de mi sobrina, al volver del extranjero y ver el pelo rojo del último híjo, se ha divorciado por adulterio.



Te daré más detalles de esto cuando te vea en Roma. Haré un sacrificio a los lares Permarini para tu feliz regreso.



( C. McC. )

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