Los romanos siempre
se impusieron impuestos desde los primeros días de la República, porque los
justos impuestos son necesarios para que sobrevivamos. Pero, ¿para qué fueron
inventados esos impuestos?. Para pagar soldados que nos protegieran de nuestros
enemigos fuera de nuestros muros. Para pagar a los guardianes dentro de la
ciudad. Para establecer tribunales; pagar los estipendios de los legisladores,
el Senado, los tribunos y los cónsules. Para construir los templos y vías
necesarias. Para la construcción y mantenimiento de una red de alcantarillas,
así como la construcción de acueductos que nos traigan la bendición del agua
pura. Para crear una organización
encargada de la sanidad, que preserve la salud de nuestro pueblo. Para imponer
un arancel sobre el comercio con naciones extranjeras... tarifa que también ha
proporcionado ingresos.
Pero esta ley no tuvo que ser aplicada y cayó en el olvido
porque los romanos la obedecieron aun ignorando que hubiera sido promulgada. Y
no promulgada para favorecer aventuras exteriores, no para estrujar a los hombres industriosos a fin de
mantener a los holgazanes, a los inútiles y a los irresponsables que no hacen
nada en favor de sus compatriotas y de su país. No fue aprobada para sobornar a
una plebe depravada a fin de comprar sus votos. Porque cuando nuestros
antepasados crearon una civilización en esta tierra de rocas, bosques y
marismas, tal gentuza no existía, los cobardes aún no habían nacido, los
ladrones no saqueaban nuestro tesoro público, los débiles no iban a gemir a las
puertas de las casas de los senadores ni los irresponsables se sentaban perezosamente
en el bordillo de las calles ni merodeaban por los campos.
Para tal clase de gente teníamos una ley apropiada. Los
obligamos a trabajar para ganarse el pan. No fuimos solícitos con ellos porque
eran de escasa inteligencia, pusilámines y se dejaban llevar por bajas
pasiones. Les dijimos: si no trabajáis, no comeréis. Y ellos trabajaron si no
querían perecer. No tenían voz en
nuestro gobierno y eran despreciados por los héroes y nuestros
antepasados fueron héroes.
Pagamos impuestos por el pan y el vino, por nuestros
ingresos y nuestras inversiones, por nuestras tierras y fincas y no sólo para
mantener criaturas indignas que ni merecen ser llamadas hombres, sino naciones
extranjeras que se inclinan servilmente ante nosotros aceptando nuestras dávidas,
prometiendo ayudarnos en el mantenimiento de la paz. Esas naciones mendicantes
que nos destruirían en cuanto mostráramos el menor signo de debilidad o nuestro
tesoro se agotara y por cierto que amenaza agotarse. Pagamos impuestos para
mantener legiones en su suelo, en nombre de la ley y el orden y de la Pax
Romana, que valdría menos que un papel mojado en cuanto les pluguiera a
nuestros aliados o a nuestros vasallos. Los mantenemos en un precario
equilibrio gracias a nuestro oro. ¿Y acaso merecen este sacrificio nuestro esas
naciones sedientas de sangre?. ¿Debe ser sacrificado un solo itálico por
Britania, por Galia, Egipto, la India o ni siquiera por Grecia, o tantas otras
naciones?. Si ellos nos amaran de verdad, no nos pedirían dinero. Sólo nos pedirían
que les diéramos nuestras leyes. Nos chupan la sangre y nos odian y desprecian.
¿Y quién sabe si es que no nos merecemos otra cosa?.
Así que Roma está siendo lenta, pero implacablemente
destruida para favorecer a la gentuza que vive dentro de sus muros y nuestros
enemigos potenciales a todo lo largo y ancho del mundo. Y todo por votos. Por
una paz que carece de fundamentos honestos. ¿Es que hubo jamás una nación tan
deshonrada y amenazada desde dentro y desde fuera, como Roma lo está ahora?.
Sí, Grecia. Y Egipto. Y las naciones que hubo antes de ellas. Todas cayeron y
perecieron. Es ley de naturaleza y también una ley económica. Las deudas y el
despilfarro sólo llevan a la desesperación y la bancarrota. Siempre fue así.
Totalmente de acuerdo todos chorros tengo ganas de dejar de pagar impuestos
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