El hombre vive en un terrible aislamiento, prisionero en su
cuerpo, incapaz de mover su lengua para decir las palabras que lleva en su
corazón, imposibilitado de mostrar tal corazón de carne a nadie, ni al padre,
al hijo, al hermano o a la esposa. Esa es la tragedia del hombre, que vive a
solas desde el momento que nace hasta que yace sobre su pira funeraria.
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