A comienzos del siglo IV a. C., los pueblos del Lacio vecinos
de Roma enviaron una embajada para pedir a los romanos doncellas que fueran de
condición libre. Los romanos no sabían qué hacer, pues por un lado temían la
guerra, no habiéndose recuperado ni vuelto todavía en sí, y por otro,
sospechaban que en la petición de las mujeres se envolvía el querer tomarlas
como rehenes, y que para darle un aire decente se pretextaban los casamientos.
Entonces se presentó una esclava ante los magistrados y propuso que se enviaran
con ella otras esclavas, aquellas que en edad y en el semblante semejasen más a
las libres, vistiéndolas como novias de familia noble; y que lo demás lo
dejasen a su cuidado. A la noche, las esclavas sustrajeron las espadas a los
enemigos e hicieron una señal a los romanos, que atacaron por sorpresa el campamento
enemigo produciendo entre ellos gran mortalidad.
( Plutarco en "Vida de Camilo)
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