Poco
revela el retrato de Adriano acerca de sus múltiples talentos y méritos como político,
reformador de la administración del Imperio y del ejército, como patrono y
arquitecto, como orador, poeta y escritor, como interlocutor, entre otros, de
Epicteto; en la escultura tampoco aparecen su «ingenio chispeante y cáustico»,
ni su contradictorio «carácter voluble en todos los aspectos».
La
«barba griega» de Adriano ha sido interpretada como una referencia a su profundo
amor por la cultura griega, amor que condujo a un florecimiento general de las
artes y de la enseñanza. Es sintomático que con anterioridad a Adriano, el único
emperador que usaba de vez en cuando una barba cerrada fuera Nerón, igualmente
un helenófilo.
Por otra parte, fuentes antiguas informan que
Adriano también exigía una barba cerrada a sus tribunos militares, es decir,
que la barba, muy corriente en Grecia, también puede entenderse en un sentido
más general. En todo caso, el cabello y la barba de Adriano fueron
determinantes para el retrato masculino a lo largo de todo el siglo II d.C.
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