Treinta
anos después de la denominada primera guerra servil, coincidiendo en el tiempo
con los enfrentamientos decisivos frente a cimbrios y teutones, estallo
nuevamente en Sicilia una rebelión de esclavos. Su desarrollo y desenlace, conocidos
a través del relato de Diodoro Siculo, se asemejan considerablemente a los de
aquel primer conflicto porque la situación socioeconómica era muy similar en
ambos casos. El senado romano había elegido la vía de la represión militar sin
tomar en consideración las causas ultimas de la rebelión, de modo que el riesgo
de una nueva insurrección siguió latente.
Como
consecuencia de la primera guerra servil, un gran numero de esclavos había
muerto. Pero la estructura económica de Sicilia no sufrió cambios relevantes,
de manera que siguió existiendo una fuerte demanda de mano de obra servil después
del ano 132, en especial por lo que respecta a la ganadería pastoril, muy
extendida en la isla. Las guerras en las que se vio envuelta Roma y la
actividad de los piratas, en particular en el Mediterráneo oriental, proporcionaban
continuamente nuevos esclavos que se vendían en mercados internacionales como
el de la isla de Delos, uno de los mas importantes.
No resulto difícil para los
terratenientes sicilianos suplir sus perdidas durante la primera insurrección
con siervos llegados de diversos lugares del Mediterráneo, muy especialmente
del mundo helenístico. Ellos fueron los protagonistas de la segunda rebelión,
en la que su origen oriental se aprecia en la organización política y militar
de la que se dotaron, diseñada a imagen y semejanza de las monarquías helenísticas.
En el
ano 104, las ya habituales dificultades de reclutamiento habrían de ser la
causa indirecta de la gran revuelta servil. Cuando el senado pidió a Nicomedes,
rey de Bitinia, aliado de Roma, que enviara hombres para luchar en calidad de
tropas auxiliares contra los germanos, el monarca adujo que le resultaba
imposible, dado que un gran numero de bitinios habían sido convertidos en
esclavos por los recaudadores de impuestos romanos.
La queja era seguramente
exagerada, y de hecho un contingente de soldados bitinios llego algún tiempo después
a Sicilia para luchar contra los rebeldes. Pero no debía de estar exenta de
fundamento, puesto que el senado promulgo un senadoconsulto por el que
exhortaba a los gobernadores provinciales a liberar a los ciudadanos
procedentes de Estados aliados que hubieran sido esclavizados ilegalmente.
En Cecilia,
el gobernador comenzó inmediatamente a aplicar el decreto, de modo que en pocos
días ochocientos esclavos habían recobrado su libertad. Sin embargo, la presión
de los propietarios, temerosos de perder repentinamente su fuerza de trabajo
sin recibir nada a cambio, hizo que Licinio Nerva interrumpiera la investigación
y ordenara a los esclavos que se habían reunido en Siracusa para exponer su
caso que regresaran con su amos. Esto provoco la indignación de todos aquellos
que confiaban en lograr su liberación. Muchos de ellos se reunieron en un
santuario próximo a Leontinos, un lugar con un claro carácter simbólico, puesto
que tradicionalmente había servido de refugio a los siervos sometidos a malos
tratos.
Otras
sublevaciones estallaron en otras regiones de la isla, la mas importante de
ellas en Heraclea, en la costa meridional. El fracaso de las primeras tropas
que fueron enviadas para reprimirlas hizo que en muy poco tiempo los rebeldes
fueran mas de seis mil, un numero semejante al de una legión romana.
Como había
sucedido durante la primera guerra servil, los esclavos decidieron entonces
dotarse de una estructura interna. Para ello celebraron una asamblea, en la que
eligieron rey a Salvio, a quien se le atribuían dotes adivinatorias. Salvio dividió
a los rebeldes en tres contingentes, cada uno provisto de un comandante, e
incorporo una unidad de caballería al ejercito servil, que llego a superar los
veinte mil hombres.
Una
vez organizados, pusieron sitio a la ciudad de Morgantina, una población situada
estratégicamente, que podía servir de núcleo de resistencia y desde la cual se accedía
fácilmente a la región cerealista del sudeste de la isla. Cerca de Morgantina
infligieron a Licinio Nerva una dura derrota, lo que les permitió incrementar
sus depósitos de armas y el numero de seguidores. Sin embargo, no lograron tomar
la ciudad, en parte porque los esclavos que vivían en ella, en condiciones muy
diferentes respecto a los siervos que trabajaban en el campo, no se unieron a
la sublevación. Esta falta de solidaridad entre los esclavos rurales y urbanos
es, sin duda, uno de los factores que influyeron en el fracaso final de la insurrección.
Paralelamente surgió en la parte occidental de la isla un segundo núcleo de esclavos sublevados, dirigidos por Atenion, un cilicio al que las fuentes antiguas adjudican una habilidad especial como astrólogo. Tras proclamarse el también rey y adoptar los símbolos característicos de las monarquías helenísticas (corona, cetro de plata, vestimenta púrpura), reunió a miles de siervos a su alrededor en la zona de Segesta y Lilibeo, ciudad esta ultima que asedio sin éxito.
La insurrección
se había concentrado en el corredor existente entre Lilibeo y Leontinos, sin
que se tengan noticias de que los problemas se hubieran extendido a la parte septentrional
de la isla. Pero la situación requería sin mas dilación la intervención militar
romana. A pesar de que en ese mismo momento Mario preparaba su campana contra
los germanos, el senado pudo enviar a Sicilia en el ano 103 un fuerte
contingente de tropas al mando del propretor Licinio Luculo, quien venció a los
rebeldes en una batalla en campo abierto, pero no pudo después tomar la ciudad
de Triocala.
Esto propicio no solo la continuación de la revuelta, sino su
circunstancial extensión hacia el nordeste de la isla, puesto que en el ano 102
algunos grupos de esclavos dirigidos por Atenion, convertido en el líder de la insurrección
tras la muerte de Trifon, devastaron la región cercana a Mesana y estuvieron a
punto de tomar esta ciudad.
Solo
cuando el peligro de cimbrios y teutones había sido definitivamente erradicado,
pudo el Estado romano acabar con la segunda guerra servil en Sicilia. El
encargado de ello fue Aquilio, colega de Mario en el consulado en el ano 101,
quien venció a los rebeldes, mato a Atenion y llevo a cabo una sangrienta represión
entre los supervivientes, regresando a Roma a finales del año siguiente para
celebrar una ovación (ovatio) por su victoria. La aplicación exclusiva
de la solución militar no dio respuesta a las contradicciones intrínsecas al
sistema esclavista, que volvió a ser reconstruido en la isla, pero al menos
impuso un largo periodo de paz en Sicilia.
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