El poder y la ley no son sinónimos. La verdad es que con
frecuencia se encuentran irreducible oposición. Hay la Ley de Dios de la cual
proceden todas las leyes equitativas de los hombres de los hombres y a la cual éstos
ajustar si no quieren morir en la opresión, el caos y la desesperación.
Divorciado de la Ley eterna e inmutable de Dios establecida mucho antes de la
fundición de los soles, el poder del hombre es perverso, no importa con qué nobles
palabras sea empleado o los motivos cuando se imponga.
Los hombres de buena voluntad, atentos por tanto a la Ley
dictada por Dios, se opondrán a los gobiernos regidos por los hombres y si
desean sobrevivir como nación, destruirán al gobierno que intente administrar
justicia según el capricho o el poder de jueces venales.
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