No hay más bondad en el género humano que la que Dios quiere
otorgarle, por la misma virtud de Dios y por Su Amor y condescendencia. Porque
el hombre nació perverso y no puede librarse de las redes de la iniquidad sin
la ayuda de Dios, por mucho que se esfuerce o por mucha que sea su voluntad.
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