El Coliseo fue inaugurado por el emperador Tito en el verano de 80.
Nos dejó escrito Suetonio: (…) Ninguno de sus predecesores le superaba en munificencia; cuando inauguró el anfiteatro y las termas colindantes que tan rápidamente fueron construidas ofreció un munera aparatosísimo y abundantísimo. Dio también una batalla naval en la vieja naumaquia ( la de Octavio Augusto), y ahí mismo también juegos de gladiadores y en un día exhibió 5000 fieras de todas las clases.
Nos dejó escrito Dión Casio: (…) La mayor parte de lo que hizo Tito no se caracterizó por nada que no fuese digno de reseñar, pero en la dedicación ( inauguración) del teatro de caza ( el Coliseo) y de las termas que llevan su nombre ofreció muchos espectáculos destacables. Hubo una batalla entre grullas y también entre cuatro elefantes. Tanto animales domados como salvajes fueron sacrificados hasta la cifra de 9000, y mujeres –aunque ninguna de prominencia- tomaron parte en sacrificarlas. En cuanto a los hombres, muchos se batieron en combate singular ( uno contra uno) y muchos grupos se enfrentaron tanto en batallas de infantería como navales, pues Tito de repente llenó este mismo teatro de agua y trajo caballos y toros y algunos otros animales domésticos que habían sido enseñados a comportarse en el líquido elemento igual que sobre la tierra. También trajo a gente sobre barcos, quienes ahí se enzarzaron en un combate naval, representado a los corcyreos y a los corintios, y otros dieron una exhibición similar fuera de la ciudad, en el bosque de Cayo y Lucio, un lugar que había construido Augusto para este mismo propósito ( celebrar naumaquia). Ahí ( en la naumaquia Augusta) el primer día también hubo un espectáculo gladiatorio y una caza de bestias; el lago había sido antes cubierto con una plataforma de planchas de madera y se levantaron gradas de madera a todo su alrededor. El segundo día ahí, en la naumaquia, hubo una carrera de caballos, y el tercer día una batalla naval entre 3000 hombres, seguida por una batalla de infantería. Los “atenienses” conquistaron a “los de Siracusa” –fueron estos los nombres que usaron los combatientes-, realizaron un desembarco en la isleta y capturaron un muro que había sido construido ahí. Estos fueron los espectáculos que se ofrecieron, y continuaron por un centenar de días.
Los testimonios de Suetonio y Dión Casio dan para reflexionar sobre las contradicciones entre la crueldad y la magnanimidad del emperador Tito, que por un lado ordenó la masacre y la esclavización de miles de judíos y por otro lado socorrió a los damnificados por las catástrofes naturales como fue el caso de Pompeya sepultada por la lava del Vesubio. Dan para reflexionar sobre el contraste entre el esplendor y el horror de los espectáculos ofrecidos por Tito, que implicaron la muerte de miles de animales salvajes, gladiadores y prisioneros contra los que no había sensibilidad y se aprovechaban de espectáculo que tanto agradaba a la plebe romana. Y dan para reflexionar sobre el impacto económico, social y cultural de los muneras en el Imperio romano, que supusieron un enorme gasto público al Estado Romano, pero una fuente de entretenimiento y propaganda para el pueblo pudiendo durar hasta 100 días de interminables festejos muchas veces ofrecidos por intereses políticos , y finalmente una expresión artística y arquitectónica para la posteridad en la construcción de tan magníficos anfiteatros.
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