Galerio, hombre de buen carácter y
sobresaliente en asuntos militares, cuando se dio cuenta de que Italia, con la
aquiescencia de Constancio, había pasado también a su
administración, nombró dos Césares: Maximino,
a quien puso al mando de Oriente, y Severo,
a quien entregó Italia. Él permaneció en el Ilírico, pero, una vez muerto Constancio, Constantino, hijo suyo, de un matrimonio más que
oscuro, fue nombrado emperador en Britania y sucedió a su padre como el
gobernante más deseado. Entretanto en Roma los pretorianos, tras iniciar una
sublevación, nombraron Augusto a Majencio,
hijo de Herculio, que estaba en una villa pública no
lejos de la ciudad. Cuando se anunció esto, Maximiano Herculio, estimulado por
la esperanza de recobrar su rango, que había dejado en contra de su voluntad,
corrió hacia Roma desde Lucania, donde había elegido retirarse como ciudadano,
para envejecer en el campo, en un lugar muy agradable; pidió también a Diocleciano que volviera a tomar el poder, que
había abandonado, por medio de una carta que aquél no tomó en consideración.
Pero Severo César, enviado a Roma por Galerio a reprimir la sublevación de los
pretorianos y de Majencio, llegó con el ejército y en el asedio de la ciudad
fue abandonado por la traición de sus propios soldados.
( Eutropio en Brevario de la historia de Roma )
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