Sois muy pocos, en comparación
con la enorme población de la ciudad. Sois mucho menos numerosos que estos otros
conciudadanos que no aceptan cumplir con ninguno de sus deberes sociales naturales.
Pero por este motivo os alabo mucho más, y os estoy doblemente agradecido por
haberos mostrado obedientes a mis deseos y por haber hecho lo posible para dar
brazos al Estado. Al principio no éramos más que un puñado, pero cuando
comenzamos a casarnos y engendramos hijos llegamos a competir con los Estados
vecinos, no sólo en la virilidad de nuestros ciudadanos, sino también en las dimensiones
de nuestra población. Esto tenemos que recordarlo siempre. Debemos consolar a
la parte moral de nuestra naturaleza con una interminable sucesión de generaciones,
como los portadores de antorchas en una carrera, a fin de que, los unos por
medio de los otros, podamos inmortalizar el aspecto de nuestra naturaleza
aunque no lleguemos a la dicha divina. Principalmente por este motivo el
primero y gran dios que nos creó dividió a la raza humana en dos. A una mitad
la hizo masculina y a la otra femenina, e implantó en estas mitades el deseo de
la una por la otra, e hizo sus relaciones fructíferas, de modo que, por medio
de la continua procreación, pudiese, en cierto sentido, hacerse inmortal
incluso la mortalidad. En verdad, la tradición dice que algunos de los mismos
dioses son masculinos y otros femeninos, y que todos están relacionados entre
sí por vínculos sexuales y de parentesco. De forma que ya veis que aun entre
los que en realidad no tienen necesidad de ese medio, el matrimonio y la procreación
de hijos han sido aprobados como una noble costumbre.
Pasión por los romanos. Un blog de divulgación creado por Xavier Valderas que es un largo paseo por el vasto Imperio Romano y la Antigüedad, en especial el mundo greco-romano.
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