A pesar de todas sus
precauciones, su estómago volvió a empeorar. Tuvo que interrumpir su viaje en
Nola. Desde allí Livia llamó a Tiberio. Cuando éste llegó, le informó de que
Augusto se moría y que quería verlo. Ya se había despedido de ciertos ex
cónsules que corrieron desde Roma ante la noticia de su enfermedad. Les
preguntó, con una sonrisa, si creían que había actuado bien en la farsa, que es
la pregunta que los actores de las comedias formulan al público al terminar la
obra. Y sonriendo, aunque muchos de ellos tenían lágrimas en los ojos,
respondieron:
-Nadie lo ha hecho mejor,
Augusto.
-Entonces despedidme con un
buen aplauso -les pidió el moribundo.
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