Formión, hijo de Asopio, fue un estratego y almirante
ateniense antes y durante la Guerra del Peloponeso, de gran talento militar y
marino. Formión fue el artífice de varias victorias atenienses de 428 a. C., y
fue honrado después de su muerte con una estatua en la Acrópolis y un funeral
de Estado.
Formión aparece en la historia en 440 a. C., año en
que compartió con Pericles, Hagnón, y otros el mando de la flota ateniense en
la última parte de la Guerra de Samos. En 432 a. C., mandó una fuerza de 1.600
hoplitas enviados para ayudar en el asedio de Potidea. Formión avanzó
lentamente con sus hombres a la vez que arrasaba el territorio, al no salir los
potideatas a presentarle batalla, construyó un contramuro frente a la muralla
del lado de Palene, para completar el bloqueo de Potidea. Después de que
Potidea fue firmemente sitiada, Formión llevó a sus hombres a una campaña
victoriosa contra los enemigos de Atenas en Calcídica, y el siguiente año
dirigió otra vez un ejército que atacó a los calcídicos, junto con Pérdicas II,
rey de Macedonia.
En el invierno de 430/429 a. C., Formión fue enviado
al Golfo de Corinto como comandante de una flota de 20 trirremes;
estableciendo su base en Naupacto, Formión bloqueó la navegación corintia.
En el verano de 429 a. C., sin embargo, Esparta
comenzó a preparar una considerable flota y un ejército para atacar a los
aliados de Atenas en la región, esperando invadir Acarnania por tierra,
capturar las islas de Zante y Cefalonia (islas aliadas de Atenas), y posiblemente
tomar Naupacto. Formión fue avisado de los planes concernientes a los
acarnienses, pero no quería dejar a Naupacto desprotegida. Cuando la flota
peloponesia comenzó a desplazarse hacia el sur del Golfo de Corinto y conseguir
cruzar hasta Acarnania, los atenienses se desplazaron a lo largo de la parte
norte y la atacaron una vez había pasado del golfo a mar abierto e intentaba
cruzar del sur al norte.
En la subsiguiente batalla de Patras, Formión utilizó
una única y heterodoxa táctica. Los peloponesios, a pesar de su superioridad
numérica (tenían 47 barcos frente a 20 de los atenienses, aunque muchos de sus
barcos fueron cargados con infantería pesada) apretaron sus barcos en un
círculo defensivo, con las proas hacia fuera. Formión con los barcos en círculo
rodeando a la flota peloponesia, apretó el círculo. La táctica era peligrosa,
dejó los flancos de los atenienses totalmente vulnerables, pero valió la pena
cuando se desató un fuerte viento y provocó que las inexpertas tripulaciones de
las naves rodeadas enredaran sus remos. En este momento de confusión, los
atenienses se precipitaron sobre la otra flota y apresaron 12 barcos.
En la batalla de Naupacto muy poco después de ésta,
Formión y su pequeña fuerza triunfaron sobre una gran flota peloponesia de 77
barcos. Se dirigió a las estrechas aguas del golfo de Corinto para proteger a
Naupacto, pero 11 barcos atenienses que eran perseguidos fueron capaces de dar
la vuelta y derrotar a la superior fuerza que se les oponía. Esta victoria
preservó la supremacía naval ateniense en el golfo y terminó con los intentos
desafiantes de los peloponesios durante este periodo de la guerra.
Tras una campaña terrestre en 428 a. C. en Acarnania,
Formión ya no vuelve a aparecer en las fuentes como comandante. En pocos años
de actividad, había dejado una profunda huella en el curso de la guerra del
Peloponeso. Una derrota ateniense en el golfo de Corinto en 429/8 a. C. habría
supuesto un golpe devastador para la influencia ateniense en el noreste griego,
y para la reputación de invencibilidad naval. Tras su muerte conmemoraron sus
servicios erigiéndole una estatua y enterrando su cuerpo en el cementerio
estatal.
El hijo de Formión, llamado Asopio como su abuelo,
fue también comandante naval durante una expedición en la guerra.
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