viernes, 17 de febrero de 2017

EL REY DAVID (EL FUNDADOR DE JERUSALÉN) SE QUEJA ANTE DIOS



¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has desamparado? ¿Por qué no me has ayudado? Grito de sol a sol; pero no me oyes. Soy un reproche para los hombres, soy despreciado del pueblo y los que me ven, se burlan de mí; me abren los labios y mueven la cabeza diciendo: Confió en que el Señor le salvaría. Dejemos que El le salve, mostrando así que le es grato. Me miraban con la boca abierta como si fuera un rugiente león que merodease. Me han vaciado como si fuera agua y todos mis huesos están descoyuntados. Mi corazón es como cera y se ha mezclado con mis entrañas. Mis fuerzas se han secado como un tiesto y Tú me has llevado al polvo de la muerte. Puedo contar mis huesos, que parecen mirarme con fijeza. Hacen pedazos mis prendas y echan a suertes mis vestiduras.



No hay comentarios:

Publicar un comentario