Entre los militares se
comenta que César es «el esposo de todas las mujeres y la mujer de todos los
esposos». Y sin embargo, tenemos que reconocer que es un genio de la guerra,
uno de los generales más grandes que Roma ha tenido y eso lo digo a pesar de
que nunca me fue simpático y jamás confié en él. Ahora está escribiendo acerca
de sus campañas en las Galias y tu propio editor se lo va a publicar. Estoy de
acuerdo contigo en que es peligroso para Roma; pero recuerda tu destierro y tus
sufrimientos. Por eso te aconsejo que aceptes lo dispuesto por los Hados. Roma
está perdida y jamás volveremos a ver la República. Recapacita y resígnate.
Dedica tus energías a los negocios y a la paz, a tu biblioteca, a tus leyes y a
tus libros. Busca placeres donde nunca antes los buscaste; échate una hermosa
querida que te entretenga, come bien y bebe buen vino. Visita a las amistades.
En resumen, vive como viven la mayoría de tus amigos y olvida que Roma podría
ser salvada de los Césares.
No lo digo por dejadez, pues antes yo no
pensaba así, pero ahora he descubierto que es inútil oponerse al destino. Yo
cumplo con mi oficio de soldado con la mayor voluntad; obedezco órdenes y amo a
la vida. Siempre he tenido un carácter más vehemente que tú, Marco. Tú eres un
filósofo y me he fijado en que los filósofos no son consolados por la filosofía
y se sienten desgraciados. Mejor es no fijarse con detenimiento en las cosas de
la vida, sino disfrutarla, tomar lo que nos ofrece y no preocuparse de sus
aspectos más desagradables.
Marco, tú eres descendiente
de la única pareja que sobrevivió al Diluvio, según nuestros sacerdotes: el
virtuoso Deucalión y su esposa Pyrrha. Ambos fueron los últimos seres
verdaderamente humanos. Ya recordarás que ellos lamentaron ser los únicos
supervivientes tras la venganza de Dios contra la caída raza humana; la diosa
Themis les aconsejó que abandonaran su templo y que arrojaran piedras tras
ellos. De estas piedras, así como del fuego y el agua surgió una nueva raza,
muy diferente de la antigua. Piedra. Bochorno. Tierra-barro. Ahora esta raza
combate contra ti, hijo de Deucalión y Pyrrha, tú te sientes contrariado por
ellos y ellos se sienten contrariados por ti. Te tengo lástima. Gritas pidiendo
justicia aunque deberías recordar que la Justicia fue la última diosa que
abandonó la Tierra y no regresó jamás a ella.
Los hijos de Deucalión no
podrán comprender jamás a este mundo y tratarán constantemente de ilustrarle o
de elevarlo hacia los cielos; pero siempre fracasarán. Te he oído decir que en
el corazón de cada hombre vive un anhelo de justicia. La experiencia debe de
haberte enseñado que eso es una falacia. ¿No me contaste una vez una historia
judía, en la cual un tal Abraham forcejeó con Dios rogándole que perdonara a
dos ciudades perversas y Dios le contestó que si él podía hallar un cierto
número de justos que vivieran dentro de sus muros las perdonaría? Pero Abraham
no encontró ningún justo, por lo que ambas fueron destruidas. Fíjate en Roma.
No encontrarías en ella ni media docena de hombres justos. Los encontrarías en
Atenas, en Alejandría o en cualquier otra parte que buscaras.
No, no soy ningún cínico.
Siempre fui más realista que tú. Resígnate al mundo en el que has de vivir y a
su modo de ser. Tienes una familia. Ahórrate más sufrimientos. Sé prudente.
César podría hacer que te asesinaran con sólo decir una palabra; pero te quiere
a su manera y aunque tú lo niegues, sientes afecto por él. Ahora es el hombre
más poderoso de Roma. Maneja todo y a todos en la ciudad. Es querido por el
pueblo porque es un libertino y al igual que la plebe, ama la vida, es
derrochador como la mayoría de las personas y comparte sus vicios. Los hombres
adoran sus vicios y ocultan las pocas virtudes que tienen, como si fueran
secretos vergonzosos. También adoran al soldado y al político que tiene sus
mismos vicios en mayor escala, porque en él se ven ellos reflejados. Roma ve en
el rostro de César su propia imagen. No la fastidies, Marco. Disfruta de la
vida y olvídate de la política, querido hermano. Ya sé que César te aconsejó lo
mismo, y era un buen consejo. Cuídate. Te abraza con el mayor de los cariños tu
hermano QUINTO CICERÓN.
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