Lucio
Poncio Pilatos a Claudio Tiberio César, salud.
Estoy
de cuerdo contigo, César, en la necesidad de buscar alternativas a los
príncipes herodianos, si queremos preservar la paz en estos territorios. Han
surgido además nuevos acontecimientos, que hacen aconsejable revisar nuestra
política frente a estos príncipes, los cuales paso a relatarte.
Johanan
hijo de Judas y su séquito, cada vez más numeroso, han aparecido de nuevo en
Galilea, esparciendo su doctrina antiherodiana y antirromana, la cuales te
comenté ya anteriormente y paso ahora a ampliarte, tal y como lo solicitas,
César.
Johanan
predica la necesidad en que los judíos se encuentran de expiar los pecados de
corrupción que han resultado del dominio de los ocupantes extranjeros (romanos
y herodianos). Estos reproches son los mismos que desde hace tiempo reivindican
los grupos denominados zelotes, sicarios, esenios o nazarenos, a los que ya me
referí en cartas anteriores. Estos grupos disidentes se han apartado todavía
más del templo de Jerusalén, descalificando a los sumos sacrificadores
impuestos por los tetrarcas herodianos o por los prefectos romanos, a menudo
mediante sobornos, según ellos, y rechazando que en el templo se reciban dádivas
y se hagan sacrificios por la salud de los emperadores romanos o de los
príncipes herodianos. Por estas razones el Templo es un lugar impuro, que debe,
según predica Johanan, ser destruido y reconstruido (creo que esto lo dice en
forma simbólica y espiritual, pero no se si todos los que le escuchan lo
entienden de esta forma).
La
corrupción del Templo, según Johanan, sería, sin embargo, más profunda que lo
que hasta ahora han predicado otros opositores. Johanan declara que quienes
controlan el culto (principalmente los saduceos) y la aplicación de la ley
(principalmente los escribas fariseos) se han alejado en lo fundamental de la
aplicación de la ley mosaica, dando mayor importancia al culto y sus
interminables sacrificios de animales que al amor a dios y al prójimo. En este
sentido, Johanan repite a menudo el comentario del rabí (maestro) Hillel, “No hagas a tu vecino lo que no quieras para ti;
ésta es toda la Ley”. También utiliza varias parábolas de la tradición rabínica
judía, encaminadas a mostrar la necesidad de pedir a dios el pan de cada día,
sin preocuparse del mañana, de dar prioridad a la atención de la salud del
enfermo por encima de la observancia del Sabat o de retribuir con caridad el
trabajo de los obreros de la viña (que en su lenguaje significa el reino de su
dios Yahvé).
Aunque
estas enseñanzas no son originales, pues otros maestros de la ley judía las han
predicado antes, Johanan les da una fuerza todavía mayor, al relacionarlas con
los temas políticos de la corrupción herodiana y el rechazo al Templo y a los
grupos saduceos y fariseos que lo controlan.
Otro
tema que distingue la doctrina de Johanan es la inminencia del fin de los
tiempos. Para él la llegada del reino de dios (los judíos prefieren hablar del
“reino de los cielos”, pues evitan pronunciar el nombre de dios) está tan
próxima que no vale la pena preocuparse por atesorar riquezas o bienes
materiales, pues ellos llegarán con abundancia una vez instaurado el “reino de
dios”. No tengo claro, César, que es lo que él entiende por “reino de dios”,
pero los judíos en el pasado entendieron como tal un periodo sin fin
caracterizado por la restauración del reino de Israel, su predominio sobre las
demás naciones, el retorno de los judíos dispersos por el mundo y el estricto
cumplimiento de las leyes establecidas por su profeta Moisés.
Es
posible que al anunciar la llegada inminente del reino de dios, prometido por
los antiguos profetas de Israel, Johanan quiera decir que él mismo es el nuevo
mesías, destinado a restaurar el reino independiente que los judíos tuvieron
durante las dinastías Davídica y Macabea. Me informan al respecto que, en
efecto, a menudo se refiere a sí mismo como rey, hijo de rey o hijo de dios,
que es la forma en que los judíos denominaban a sus reyes. Ello no sería de
extrañar, si recordamos que su padre, Judas, reinó en su territorio de Gamala,
al este del lago de Kenaret, durante diez años, desde la muerte de Herodes
hasta la deposición de Arquelao y el censo de Quirino y llegó incluso a acuñar
moneda propia. También algunos seguidores le llaman el “mesías Bar José”, es
decir hijo de José, que es también una antigua forma judía de denominar al
mesías anunciado por los profetas, quién aportaría a Israel el medio de su
salvación tal y como su patriarca José hizo con sus hermanos y con su pueblo
En cualquier caso, estas ideas suscitan en los territorios
de Antipas el odio contra el tetrarca y temo, César, que pueden contagiar a los
judíos de los territorios que me has encomendado, sino hacemos antes algo para
evitarlo. A diferencia de lo que ocurre en la tetrarquía de Antipas, en Judea
los grupos sacerdotales mantienen hasta ahora el control de la población y,
hasta donde he podido averiguar, siguen siendo fieles a Roma y no ven con buenos
ojos las enseñanzas de Johanan que te he relatado. Sin embargo, con ocasión de
las fiestas judías y especialmente durante la fiesta de la Pascua, en que
celebran el inicio de su éxodo de Egipto (más concretamente la matanza cruel de
los primogénitos de Egipto, que su dios habría llevado a cabo para facilitar su
escape), Jerusalén se llena de judíos venidos de todas partes, lo que hace difícil
el control de la ciudad y hace posible que unos grupos contagien a otros. Por
el momento he tomado medidas para reforzar la seguridad durante estas fiestas,
trasladando dos cohortes desde Cesarea a Jerusalén.
Te
envió saludos cariñosos de tu nieta Claudia Prócula. Ella se encuentra en buena
salud y se ha convertido para mí en una ayuda muy valiosa, pues sus conexiones
con varios círculos judíos me permiten comprender los hechos que te he
relatado.
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