Pasión por los romanos. Un blog de divulgación creado por Xavier Valderas que es un largo paseo por el vasto Imperio Romano y la Antigüedad, en especial el mundo greco-romano.
sábado, 31 de enero de 2015
viernes, 30 de enero de 2015
SERVILIA CEPIONIS, ENAMORADA Y EMBARAZADA DE CAYO JULIO CÉSAR, SUEÑA EN CASARSE CON ÉL
Así
que aquella tarde no había ido a verle llena de emoción y dispuesta a contarle
la noticia con la esperanza de provocar en él gozo alguno o de añadir algún
sentimiento de posesión de él; y había hecho bien predisponiéndose para no
tener esperanzas. César no estaba ni complacido ni contrariado; como le había
dicho, aquello era asunto de ella, no tenía nada que ver con él. ¿Había acariciado
ella la esperanza, aunque fuese en el fondo, de que César quisiera reclamar
aquel hijo? Creía que no, no se dirigía a su casa consciente de estar
decepcionada o deprimida. Como César no tenía esposa, sólo una unión habría
necesitado el trámite legal del divorcio: la de Silano y ella. Pero había que
ver cómo Roma había condenado a Sila por divorciarse de Elia. No es que a Sila
le hubiera importado, una vez que la joven esposa de Escauro había quedado
libre -tras la muerte de su marido- para casarse con él. Y a César tampoco le
habrían importado los rumores. Pero César tenía un sentido del honor del que
Sila carecía. Oh, no era un sentido del honor particularmente estricto, estaba
demasiado rodeado de lo que él pensaba de sí mismo y de lo que quería ser.
César se había establecido su propio modelo de conducta que abarcaba todos los
aspectos de la vida. No sobornaba a los jurados, no practicaba la extorsión en
su provincia, no era un hipócrita. Y todo ello era, ni más ni menos, la
evidencia de que lo haría todo del modo más difícil; no recurriría a las técnicas
diseñadas para hacer más fácil el progreso político. La confianza que César
tenía en sí mismo era indestructible, y nunca dudaba ni por un momento de su capacidad
para llegar hasta donde se proponía. Pero, ¿reclamar este hijo como suyo y
pedirle a ella que se divorciase de Silano para poder casarse antes de que
naciera el niño? No, eso ni siquiera se le pasaría por la cabeza a César. Y Servilia
sabía exactamente por qué. Por la única razón de que ello demostraría a sus
iguales en el Foro que estaba a merced de un inferior: una mujer.
Servilia
deseaba desesperadamente casarse con él, desde luego, aunque no para que César reconociera
la paternidad del hijo que estaba en camino. Quería casarse con él porque lo
amaba con el alma tanto como con el cuerpo, porque Servilia reconocía en César
a uno de los grandes romanos, a un marido digno que nunca defraudaría las
esperanzas sobre actuaciones militares y políticas puestas en él, a un marido
cuyo linaje y dignitas no podían hacer otra cosa que reforzar los de
ella. Él era un Publio Cornelio Escipión el Africano, un Cayo Servilio Ahala,
un Quinto Fabio Máximo el Contemporizador, un Lucio Emilio Paulo. Perteneciente
a la auténtica aristocracia patricia -la quintaesencia de un romano-, César
poseía un intelecto, una energía, una decisión y una fuerza inmensos. Un marido
ideal para una mujer de la familia de los Servilios Cepiones. Un padrastro ideal
para su amado Bruto.
( C.
McC. )
SERVILIA CEPIONIS DICE SOBRE EL AMOR Y EL ODIO
He
observado que cuando las personas se tienen simpatía son incapaces de actuar
como debieran. Por ejemplo, posponen decirse cuatro verdades por miedo, al
parecer, a que éstas causen heridas. El amor y el odio permiten decirse las
cuatro verdades.
CAYO JULIO CÉSAR DICE A MARCO LICINIO CRASO SOBRE LOS TRIBUNOS DE LA PLEBE
Tú
sabes muy bien, Marco, que las personas adecuadas nunca son elegidas tribunos
de la plebe .El nuevo colegio es la acostumbrada mezcla de buenos, malos,
indiferentes, siniestros e intrigantes. Pero creo que serán más activos que el
grupo de este año, así que el Foro estará muy ajetreado alrededor de año nuevo.
PROPÓSITO DE CNEO POMPEYO MAGNO DE BARRER DE PIRATAS EL MARE NOSTRUM, TRAS OBTENER DEL SENADO UN IMPERIUM MAIUS
Senadores,
voy a dejar todo el Mediterráneo completamente barrido y limpio de piratas.
Este es mi compromiso. He estudiado todos y cada uno de los aspectos, desde el
mayor hasta el más pequeño. Mapas, espías, barcos, dinero, hombres. Sé muy bien
cómo llevar a cabo el trabajo.
LA AMBICIÓN DE CAYO JULIO CÉSAR EN CONVERTIRSE EN "EL PRIMER HOMBRE DE ROMA"
En
realidad existía sólo un camino seguro para ir hacia donde César se dirigía: el
camino del mando militar. Pero antes de que pudiera llegar legalmente a general
de uno de los ejércitos de Roma, tendría que ascender por lo menos a pretor, y
para asegurarse de que lo eligieran como uno de esos ocho hombres que
supervisan los tribunales y el sistema de justicia, hacía falta pasar los siguientes
seis años en la ciudad.
Solicitando el voto, haciendo propaganda electoral,
luchando por adaptarse a la caótica escena política, procurando que su persona
se mantuviese en primer plano, acumulando influencia, poder, clientes, el apoyo
de caballeros pertenecientes a la esfera del comercio, de seguidores de todas
clases. Tal como él era y únicamente por sí mismo, no como miembro de los boni
o de cualquier otro grupo, que insistían en que sus miembros pensaran todos
igual, o mejor, que no se molestasen en pensar en absoluto.
Aunque
la ambición de César iba mucho más allá de ser el líder de su propia facción;
quería convertirse en una institución llamada el Primer Hombre de Roma.
Primus inter pares, el primero entre iguales, el que reunía lo bueno de
todos los hombres. Quería convertirse en el que poseyera mayor auctoritas,
mayor dignitas; el Primer Hombre de Roma era la influencia
personificada. Cualquier cosa que dijera se escuchaba, y nadie podía derribarlo
porque no era ni rey ni dictador; sustentaba su posición en el más puro poder
personal, era lo que era por sí mismo, no a través de ningún cargo, y no tenía
un ejército a sus espaldas. El viejo Cayo Mario lo había hecho al estilo antiguo
al conquistar a los germanos, porque no poseía antepasados para decirles a los
hombres que merecía ser el Primer Hombre de Roma. Sila sí tenía antepasados,
pero no se ganó el título porque hizo de sí mismo un dictador. Simplemente era
Sila, gran aristócrata, autócrata, ganador de la impresionante corona de
hierba, general invicto. Una leyenda militar incubada en la arena política, eso
era el Primer Hombre de Roma.
Por
eso el hombre que fuera el Primer Hombre de Roma no podía pertenecer a ninguna facción;
tenía que constituir una facción él mismo, estar en primera posición en el Foro
Romano no como secuaz de nadie, sino como el más temible aliado. En la Roma de aquel
tiempo ser un patricio lo hacía más fácil, y César lo era. Sus remotos
antepasados habían sido miembros del Senado cuando éste no consistía más que en
un simple centenar de hombres que aconsejaban al rey de Roma. Antes de que Roma
existiera siquiera, sus antepasados habían sido reyes a su vez de Alba Longa,
en el monte Albano. Y antes de eso su treinta y nueve veces bisabuela había
sido la propia diosa Venus; ella era la madre de Eneas, rey de Dardania, el que
había navegado hasta la Italia latina y había fundado un nuevo reino en lo que
un día sería la sede del dominio de Roma. El hecho de provenir de tan brillante
árbol genealógico predisponía a la gente a considerar que un hombre debía ser
líder de su facción; a los romanos les gustaban los hombres con antepasados
ilustres, y cuanto más augustos fueran esos antepasados, más posibilidades
tenía un hombre de crear su propia facción.
Así
era como César comprendía que tenía que obrar desde entonces hasta el momento de
ostentar el cargo de cónsul, para el que todavía le quedaban nueve años. Tenía
que predisponer a los hombres a considerarlo digno de convertirse en el Primer
Hombre de Roma. Lo cual no significaba conciliar a sus iguales, sino dominar a
aquellos que no eran sus iguales. Sus iguales lo temerían y lo odiarían, como
ocurría con todos los que aspiraban a ser el Primer Hombre de Roma. Sus iguales
lucharían contra su ambición con uñas y dientes, sin detenerse ante nada con
tal de hacerlo caer antes de que fuera demasiado poderoso. Por eso odiaron a
Pompeyo el Grande, que se imaginaba a sí mismo el actual Primer Hombre de Roma.
Bueno, no duraría. Ese título le pertenecía a César y nada, animado o
inanimado, le impediría obtenerlo. Y lo sabía porque se conocía a sí mismo.
( C. McC. )
LA FORTUNA DE MARCO PORCIO CATÓN TENÍA SU ORIGEN EN EL ORO DE TOLOSA
El
Oro de Tolosa, encontrado en el fondo de un lago, y que luego el cónsul Quinto
Servilio Cepio había logrado robar de un convoy en la Galia narbonesa, estaba
compuesto de unos quince mil talentos de oro, y era mucho más oro del que
poseía el Tesoro Romano.
Mediante
ciertos artilugios y telemanejes, los Servilio Cepión lo habían convertido en
propiedades de todas clases: ciudades industriales en la Galia Cisalpina (en
especial las que fabricaban armamento y equipo para surtir a las legiones),
vastos campos de trigo en Sicilia y en la provincia de África, edificios de
apartamentos de un extremo a otro de la península Itálica y asociaciones comanditarias
en empresas arriesgadas de negocios que el rango senatorial prohibía.
Cuando
murió Cepión el Cónsul todo pasó al padre de Servilia Cepionis (la madre de
Marco Junio Bruto), y cuando éste murió en la guerra italiana pasó al hermano
de ella, el tercero que llevó el nombre de Quinto Servilio Cepión en vida de la
propia Servilia, y que en realidad era su hermanastro, el hijo que su madre
Livia Drusa tuvo con un tal Catón Saloniano, y que en realidad era el conocido
Marco Porcio Catón y criado en la casa de Marco Livio Druso, con lo cual él era
una de las mayores fortunas de Roma, junto con la de su sobrino Marco Junio
Bruto, que heredaba la fortuna de los Servilios por parte de su madre y la de
los Junio, por parte de su padre, que juntadas las dos constituían la mayor
fortuna de Roma.
LA ESTATUA AFRODITA, PAN Y HEROS
La diosa del amor, Afrodita, se defiende de los acosos de
Pan empuñando una sandalia. Pan, dios de los pastores, se representaba en parte
como un hombre yen parte como un macho cabrio. Revolteando entre los dos
personajes aparece Eros, compañero de Afrodita y dios del amor. La temática de
este grupo tiene el desenfado que caracteriza numerosas obras de la escultura
helenística. Así mismo, la figura semianimal de Pan tiene un aspecto grotesco
que aparece frecuentemente en las obras de este período.
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