miércoles, 21 de junio de 2017

SEXO EN VENTA: LAS PROSTITUTAS


 

Tú con las rosas, rosado es tu encanto; pero ¿qué vendes, a ti misma, las rosas, o ambas cosas?

 

Se fuese esclavo o libre, la habilidades de los romanos invisibles marcaban a menudo su vida. La fuerza física para la construcción, cavar o arar determinaba la vida de un joven, ya fuera trabajando por su cuenta o como esclavo de otro. Un hombre mayor podía emplear una habilidad —remendar zapatos, trabajar el hierro o cuidar viñas— en su propio interés o en el de su amo.

 

Una mujer adulta podía llevar una casa y cuidar de una familia, ayudar en una tienda o realizar trabajos de artesanía, de nuevo libremente o como esclava.

 

Una niña o una joven podían aspirar a casarse o a ser explotadas sexualmente en beneficio de alguien. Del mismo modo que un hombre joven utilizaba su fuerza física para cubrir las necesidades de trabajo, el cuerpo de una mujer podía ser usado para cubrir las necesidades de sexo. A menudo se trataba de una vida no deseada, peligrosa y degradante; sin embargo, tanto la esclavitud como la pobreza exigían algo productivo de una mujer joven. Su capacidad de proporcionar sexo concordaba con las lujuriosas exigencias de los hombres en una cultura que guardaba celosamente la castidad de las mujeres casadas. Esta situación favorecía un próspero negocio al que muchos amos de esclavas y mujeres libres —y sus familias— no podían renunciar.

( Robert C. Knapp, en "Los olvidados de Roma")








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