Cuentan que Augusto tenía unos ojos tan vivos que no había
nadie capaz de aguantar su mirada. Cuando preguntó a un caballero romano por qué
apartaba la vista, éste le respondió: "Porque no puedo resistir el
destello fulgurante de tus ojos".
( Servio en un comentario a Virgilio, en "Eneida")
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