Según la leyenda, en los primeros tiempos de la
República se habría abierto un gran agujero en el Foro, agujero insondable e
imposible de rellenar con tierra por los romanos. Finalmente, el oráculo
dictaminó que la única forma de rellenar aquel gran agujero era sacrificando lo
más valioso de la República.
Curcio fue quien comprendió que lo más valioso que
tenían los ciudadanos de Roma era la juventud y la fuerza de sus soldados, por
lo que decidió sacrificarse a sí mismo. Se arrojó al abismo montado en su
caballo, siendo rellenado el agujero, formándose el lago Curcio Lacus Curtius.
En las orillas del lago surgieron tres árboles de
simbología positiva: una higuera, una viña y un olivo. Además, existía la
costumbre de lanzar monedas al lago como ofrenda al «genio del agujero»,
Curcio.
Otra leyenda hace a Curcio un sabino que participó
en la guerra entre Tacio y Rómulo y que se vio atrapado con su caballo en los
pantanos que había alrededor del Comicio, debiendo abandonar su caballo. El
nombre del lago se debería en este caso a este hecho.
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