Dido,
la legendaria reina norteafricana de la ciudad de Cartago, era hija de Mutto,
rey de la ciudad fenicia de Tira. Su significado mitológico se debe a su
trágico amor con Eneas, quien después de huir de Troya pasó un tiempo con ella
en el norte de África.
Dido tuvo que huir de su tierra
después de que su hermano Pigmalión matase a su marido. Con su hermana Ana y un
grupo de leales acampó en la actual Túnez, en la costa del norte de África.
Iarbas (Jarbas), un rey local,
estaba dispuesto a venderle un trozo de tierra a condición de que no fuese más
grande que la piel de un toro. La astuta Dido cortó entonces la piel de un
toro en pequeñas tiras y demarcó el lugar sobre el que quería fundar la ciudad
de Cartago.
Cuando la ciudad se hallaba en
construcción llegó Eneas. Su barco se había alejado de su ruta debido a una
tormenta sobre la costa de Italia. El apasionado romance que surgió entre
ellos durante una cacería interrumpida por una tormenta que les obligó a
refugiarse en una cueva, le hizo concebir esperanzas de que él se convirtiese
en su marido. Eneas sentía lo mismo hacia ella, pero los dioses le recordaron
que su destino estaba en Italia para fundar un nuevo reino. Eneas, temeroso de
los dioses, obedeció y dejó a Dido que, ofendida y deshonrada, se encaramó a su
pira funeraria y se apuñaló con la espada que le había regalado Eneas.
Durante los siglos I y II a.C. se
produjeron diversas guerras entre los descendientes romanos de Eneas y los
cartagineses de Dido. Esta dramática historia de amor fue recordada no sólo por
Virgilio, sino por muchos artistas que se inspiraron en ella.
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