Sexto Pompeyo Magno Pío (en latín Sextus Pompeius
Magnus Pius) (circa 65 - 35 a. C.) fue un militar romano del periodo final de
la República, y la última oposición que tuvo el Segundo Triunvirato en sus
intentos por controlar la República.
Sexto era el hijo menor de Cneo Pompeyo Magno y
su tercera esposa, Mucia Tertia; su hermano mayor era Cneo Pompeyo el
Joven, hijo de la misma madre. Ambos hermanos crecieron a la sombra de su
padre, uno de los mejores generales romanos, y que en principio no pertenecía
al ala política conservadora, sino que se acercó a la facción tradicional
cuando Julio César se convirtió en una amenaza para la República.
Según Apiano, debió nacer en 75 a. C., ya que
señala que al momento de su muerte tenía 40 años de edad. Sin embargo, esta
versión es rechazada por Emilio Gabba, quien sitúa su nacimiento en 66
a. C. o 68 a. C.2
Cuando César cruzó el río Rubicón en 49 a. C.,
comenzando así la segunda guerra civil, su hermano mayor huyó junto a su padre
a Oriente, como hicieron muchos de los senadores conservadores. Sexto
permaneció en Roma bajo el cuidado de su madrastra, Cornelia Metela. El
ejército pompeyano fue derrotado en la batalla de Farsalia (48 a. C.), y
Pompeyo tuvo que huir para salvar la vida, refugiándose en Mitilene, en la isla
de Lesbos. Allí se reunió con Cornelia y Sexto antes de dirigirse hacia Egipto,
donde, a su llegada, fue traicionado y asesinado por los egipcios, el 29 de
septiembre, ante el temor de negarle la entrada o que su llegada provocara la invasión
del ejército de César. Tras la muerte de Pompeyo, que Sexto presenció desde el
barco donde se hallaba, su madrastra Cornelia volvió a Roma, mientras que él se
dirigió a Chipre y posteriormente se unió con su hermano Cneo a la resistencia
contra César en las provincias africanas. Junto a Metelo Escipión, Catón el
Joven y otros senadores, dirigió la oposición a César y su ejército hasta el
final, mientras su hermano Cneo se dirigió a Hispania.
Tras la batalla de Tapso (46 a. C.), César venció a
Metelo y Catón, quienes acabaron suicidándose, mientras Sexto huyó de África y
se reencontró con su hermano en Hispania, junto con Labieno y otras personas de
su partido. En Hispania se encargó de la posesión de Corduba, hasta la derrota
de su hermano en la batalla de Munda, en marzo de 45 a. C., donde
murieron Gneo y Labieno, teniendo que huir de nuevo. Sexto se refugió en
el país de los lacetanos, entre el Iberus y los Pirineos, donde vivió del robo
hasta que al poco tiempo logró reunir una considerable banda de seguidores; con
ellos se dirigió a la Bética, gobernada por Gayo Carrinas, quien fue
incapaz de ofrecer resistencia, ya que Sexto contaba con el apoyo general de
los nativos y de los veteranos de guerra que su padre había establecido en la
provincia. De esta forma, Carteia y otras ciudades cayeron en sus manos.
De vuelta a Roma, César fue asesinado en los idus de
marzo (15 de marzo) del año 44 a. C. por un grupo de senadores, liderados por
Casio y Bruto. Este incidente no supondría la esperada vuelta a la normalidad
que los senadores esperaban, sino una nueva confrontación civil entre los
partidarios de César y sus asesinos. Para Sexto, la muerte de Julio César fue
muy favorable. Gayo Asinio Polión, sucesor de Carrinas en el gobierno de
Hispania Ulterior, tenía poco talento militar y sufrió varias derrotas ante
Sexto, que le permitieron dominar toda la Bética, recibiendo la aclamación de
imperator.
Sexto pactó entonces con el gobernador de la Hispania Citerior y de
la Galia Narbonense, Lépido, por el cual se establecía una tregua y se permitía
que Sexto pudiera ir a Roma para recibir la herencia paterna. Sexto aceptó esta
proposición y el Senado le concedió además una importante cantidad de dinero en
compensación por la propiedad paterna que había sido confiscada.
En 43 a. C., cuando Marco Antonio se dirigió a
la Galia Cisalpina para oponerse a Décimo Junio Bruto Albino, el Senado
romano buscó apoyos contra el futuro triunviro, y apeló a Lépido y a Sexto, que
entonces había llegado a Massalia con una flota y un ejército dispuesto a
intervenir según más conviniera. El Senado, a propuesta de Cicerón,
aprobó un decreto laudatorio en su honor, y le ofreció nominarlo para el puesto
que había tenido su padre en el colegio de los augures. También lo nombró para
el mando de la flota republicana con el título praefectus classis et orae
maritimae; sin embargo, Sexto no realizó ninguna acción para aliviar el sitio
de Mutina, permaneciendo inactivo.
En el mes de agosto de 43 a. C., Octavio controló el
consulado e impuso la lex Pedia propuesta por su colega Quinto Pedio,
por la que todos los asesinos de César eran declarados proscritos. Pompeyo fue
incluido entre los asesinos de César, aunque no había tenido participación en
el hecho, y finalmente fue proscrito en el mes de octubre cuando se estableció
el Segundo Triunvirato, formado por Octaviano, Marco Antonio y Lépido, cuyas
intenciones eran vengar a César y subyugar toda oposición.
El dominio de la flota garantizaba a Sexto cierta
seguridad; pero como los gobernadores de ambas Hispanias y el de la Galia
apoyaron el triunvirato, no disponía de ninguna base en tierra firme. Sexto se
limitó a atacar las zonas costeras, y sus fuerzas aumentaron con todos aquellos
que los triunviros habían proscrito, y con multitudes de esclavos que acudían a
él. Finalmente se vio con fuerzas suficientes para desembarcar en Sicilia,
donde estableció su cuartel general. Las ciudades de Milas, Tindaris, Mesina y
Siracusa cayeron en su poder, al igual que toda la isla finalmente. El
propretor de Sicilia, Aulo Pompeyo Bitínico, le rindió Mesina a
condición de repartirse el gobierno de la isla. También recibió el apoyo de Quinto
Cornificio, gobernador de la provincia de África. El dominio de estas
provincias por los pompeyanos afectó seriamente al suministro de grano de Roma.
En 42 a. C. Octaviano envió a la isla a su legado Quinto
Salvidieno Rufo, que consiguió evitar los ataques de Sexto a las costas
italianas, pero fue derrotado en el estrecho de Sicilia, en las cercanías de
Escileo, cuando intentó enfrentarse a la flota pompeyana. Octavio, tras esta
batalla, partió inmediatamente después a Grecia, con objeto de ayudar a Marco
Antonio en la guerra contra Bruto y Casio. Sexto estaba en la cumbre de su
poder y se hizo llamar "hijo de Neptuno"; entonces hizo matar al
co-gobernador Aulo Pompeyo Bitínico, acusado de una supuesta
conspiración, quedando así como único gobernador de la isla. Mientras Octavio
luchaba en Grecia contra los republicanos, Pompeyo se mantuvo inactivo, y esto
sería su error fatal.
Tras la derrota y muerte de Casio y Bruto en la doble
batalla de Filipos (42 a. C.), los triunviros volvieron su atención hacia
Sexto, quien había fortalecido su posición en Sicilia, preparado para
ofrecerles resistencia y amenazado el abastecimiento marítimo de trigo de Roma.
Sin embargo, en 41 a. C., Octavio, a su regreso a
Italia, se mantuvo ocupado con la Guerra Perusina, lo que permitió a Pompeyo
continuar haciendo estragos en las costas de Italia. A comienzos de 40 a. C.,
Marco Antonio buscó la alianza con Pompeyo y este envió fuerzas a Italia, pero
tuvo que retirarlas cuando se produjo la reconciliación de los triunviros en la
paz de Brindisi, quienes decidieron hacer la guerra a Sexto. No obstante, Sexto
se hallaba en posesión no solamente de Sicilia, sino que además había ocupado
Sardinia y Córcega, y sus flotas saqueaban todas las flotas de granos que
venían de Egipto y de las provincias orientales, de forma que la escasez
extrema prevaleció en Roma, y la hambruna parecía inevitable. Esto hizo que se
desataran disturbios pidiendo la paz con Sexto.
Octavio pensó que lo más prudente era ceder, y en
consecuencia, se estableció una paz negociada entre los triunviros y Pompeyo, a
través de la mediación de Lucio Escribonio Libón, el suegro de este
último, llegándose a firmar las paces entre ambos personajes a través del
denominado Pacto de Miseno de 39 a. C., por el cual se entregaba a Sexto el
control de Sicilia, Córcega, Cerdeña y Acaya, con el compromiso de poner fin a
sus prácticas piráticas y abastecer de grano a Roma. Además Octavio le prometió
un consulado para el año 33 a. C., el augurado y una indemnización de
diecisiete millones y medio de monedas de plata de su fortuna privada. Pompeyo,
por su parte, prometió retirarse de la costa de Italia, proteger el comercio en
el Mediterráneo y casar a su hija con Marco Marcelo, el hijo de Octavia,
la hermana del triunviro. La causa de este tratado de paz fue el interés de
Marco Antonio, el virtual líder de los triunviros, por iniciar una invasión del
Imperio parto, para lo cual necesitaba disponer de las legiones que la
resistencia de Sexto tenía ocupadas en Sicilia.
Sin embargo, la paz no duró mucho tiempo, ya que las
frecuentes disensiones entre Octaviano y Marco Antonio motivaron el uso
político de la guerra contra Sexto, para así poder atribuirse el éxito de
conjurar la amenaza que suponía para el triunvirato. De esta forma, Antonio se
negó a renunciar a los tributos adeudados por Acaya, y Pompeyo, por lo tanto,
reanudó sus excursiones de piratería.
En 38 a. C. Pompeyo sufrió una severa pérdida con la
deserción de uno de sus legados principales, Menas o Menodoro, que se
pasó a Octavio, entregando Cerdeña y Córcega, junto con una gran fuerza naval y
militar. Gracias a esta afortunada situación, Octavio decidió iniciar la guerra
de inmediato, nombrando a Cayo Calvisio Sabino como comandante de su
flota, con Menas como su legado. No obstante, la campaña resultó desfavorable a
Octavio: su flota fue derrotada dos veces por los almirantes de Pompeyo, en
primer lugar en Cumas por Menécrates, quien, sin embargo, pereció en la
batalla; y después en Mesina, donde su flota fue casi totalmente destruida por
una tormenta al intentar enfrentarse a la flota pompeyana, ahora dirigida por
los almirantes Demócares y Apolófanes. Pompeyo, sin embargo, no
aprovechó este éxito, sino que se mantuvo inactivo, y perdió de nuevo el
momento favorable para la acción.
Apoyado en el tratado de Tarento del año 38 a. C.,
por el cual los triunviros debían apoyarse en caso de necesidad, Octaviano
logró contar con el apoyo de la flota de Oriente enviada por Marco Antonio para
tratar de invadir Sicilia. Octavio pasó todo el año siguiente (37 a. C.) equipando
una nueva flota y dando el mando supremo de ella a Marco Vipsanio Agripa.
Justo antes del estallido de las hostilidades, Menas volvió a cambiar de bando
y regresó al servicio de su viejo amo, descontento del mando subordinado que le
asignaba Octavio. En el verano de 36 a. C. todo estaba a punto para el
enfrentamiento. Octavio tenía tres grandes flotas a su disposición: una propia,
estacionada en el puerto de Portus Iulius, que había construido cerca de Bayas;
la de Antonio, bajo el mando de Estatilio Tauro, en el puerto de
Tarento; y la de Lépido, frente a la costa de África. Su plan era que las tres
flotas partieran el mismo día, e hicieran un desembarco en tres partes
diferentes de Sicilia. Sin embargo, una tormenta arruinó los planes y sólo la
flota de Lépido pudo llegar a Sicilia y desembarcar en Lilibea; Tauro pudo
volver a Tarento, pero la flota de Octavio quedó en gran parte destruida cerca
del promontorio de Palinuro, perdiendo un gran número de sus barcos, de forma
que se vio obligado a permanecer en Italia para reparar su maltrecha flota.
Este hecho fue un respiro para Sexto Pompeyo, que
ofreció sacrificios a Neptuno. Envió a Menodoro a una excursión, pero
éste volvió a traicionar a Sexto y se pasó al campo de Octavio. Tan pronto como
la flota fue reparada, Octavio volvió a partir para Sicilia una vez más. Agripa
derrotó la flota de Pompeyo en la batalla de Mylae, destruyendo treinta de sus
naves, pero la batalla decisiva, llamada batalla de Nauloco, se libró el 3 de
septiembre de 36 a. C., entre Mylae y el promontorio de Pelorium. En esta
batalla, la flota de Sexto (bajo mando de Demócares) y la de Octavio (dirigida
por Agripa), con unos 300 barcos cada una, lucharon enconadamente y Agripa
obtuvo una rotunda victoria, quedando la mayoría de los barcos pompeyanos
destruidos o capturados.
Tras esta derrota, Sexto huyó a Mesina, donde se
embarcó junto con su hija hacia Oriente, contando con diecisiete barcos, y pudo
llegar con seguridad a Mitilene. Mientras, Octavio se enfrentó a Lépido, que
había ocupado Sicilia, y no pudo perseguir al fugitivo. Sexto comenzó a idear
la forma de arrebatar las provincias orientales a Marco Antonio, quien acababa
de regresar de su desastrosa campaña contra los partos, y de la cual apenas si
había podido escapar con vida. Para ello, entró en conversaciones con los
príncipes de Tracia y de la costa noreste del mar Negro, e incluso entró en
contacto con los partos, pensando que podían suministrarle tropas como lo
habían hecho con Quinto Labieno unos años antes.
En 35 a. C. Pompeyo cruzó de Lesbos a Asia Menor y se
apoderó de Lámpsaco. Cayo Furnio, legado de Marco Antonio, le hizo frente;
además, Antonio envió a Marco Ticio o Titio con una flota de 120 barcos.
Pompeyo, que con sus pocos barcos nada podía hacer frente a esta enorme flota,
quemó sus naves mientras sus tripulaciones pasaron a formar parte de su
ejército; sus amigos le recomendaron pactar con Antonio, pero Sexto no los
escuchó y muchos lo abandonaron, entre ellos su suegro Escribonio Libón.
Sexto intentó huir hacia Armenia, pero fue abandonado
por sus soldados y capturado por las fuerzas de Antonio. Llevado como
prisionero a Mileto, poco después fue ejecutado sin juicio por orden de Titio,
un acto ilegal puesto que Sexto era ciudadano romano. Es probable que Planco,
el gobernador de Siria y a quien muchos le atribuyeron la ejecución de Pompeyo,
hubiera recibido órdenes en este sentido del propio Marco Antonio. Su violenta
muerte fue una de las armas propagandísticas usadas por Octaviano contra Marco
Antonio algunos años más tarde, cuando la situación entre ambos se hizo
insostenible. Sexto había asumido el apelativo de Pío, para mostrar que él era
un vengador de su padre y su hermano.
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