¡Qué desgraciado es el
político! Si es sobrio, le llaman asno aburrido; si en ocasiones habla con
ligereza, se le reprocha su falta de seriedad. Si es frugal, se le acusa de
estar llenando sus cofres. Si se muestra generoso con los fondos públicos, es
denunciado por malgastar el dinero del pueblo. Si es honrado se grita que es
peligroso o despreciativo. Si emplea geniales subterfugios, se dice que no es
de confianza. Si se niega a dejarse intimidar por un enemigo extranjero, el
pueblo clama que lo que quiere es meter a su país en una guerra. Si procura ser
moderado, se le llama pusilánime. Y como es natural, sus amigos siempre se
muestran poco enérgicos en defenderle de la calumnia.
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