En su libro "El primer hombre de Roma" la
escritora Colleen McCullough define a Cayo Mario a sus cuarenta y siete años
del siguiente modo:
"Muchos otros en la posición
de Mario habrían optado por permanecer tumbados en el baño, mientras los
esclavos los enjabonaban, rascaban y masajeaban, pero Cayo Mario prefería
seguir haciéndolo él mismo, incluso en las actuales circunstancias. Hay que decir
que a sus cuarenta y siete años seguía siendo un hombre muy atractivo, con un físico
nada desdeñable. Por tranquilas que fuesen las jornadas que vivía, si tenía
tiempo, hacía bastante ejercicio con pesas y barras, cruzaba a nado varias
veces el Tíber por el tramo llamado Trigarium, y volvía corriendo por el perímetro
externo del Campo de Marte hasta su casa en la ladera del Arx capitolino.
Comenzaba a escasearle algo el cabello en la parte superior de la cabeza, pero
aún conservaba suficientes rizos para peinárselos hacia adelante con muy buen efecto.
Qué remedio. Nunca había sido, ni nunca sería, una belleza. Un buen rostro no
le faltaba -incluso impresionante-, pero no podía compararse con el de Cayo
Julio César".
NOTA: El Cayo Julio César al que
hace referencia, es el abuelo del conocido Cayo Julio César, que fue cónsul y
dictador de la República Romana.
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