Yo recuerdo a un glotón tan desconsiderado con el resto de
los comensales, cualquiera que fuese la circunstancia, que abiertamente en los
baños públicos acostumbraba su mano al calor sumergiéndola en agua hirviendo, y
su boca haciendo gárgaras en caliente evidentemente con el fin de hacerse
insensible a los alimentos que quemaran. Se decía, en efecto, que este incluso
se había ganado a los cocineros para que sirvieran la comida lo más caliente
posible, y así devorarla él solo, al no poder seguirlo los demás.
(Ateneo en "
Banquete de los eruditos" )
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