sábado, 4 de julio de 2015

ÚLTIMOS DESFILES TRIUNFALES DEL DICTADOR CAYO JULIO CÉSAR:

 

Las celebraciones por los triunfos por Egipto, Asia Menor y África siguieron en rápida sucesión, ninguna tan espectacular como la de la Galia, pero todas muy por encima de la media. El triunfo de Asia incluía un carro que mostraba a César en Zela rodeado de todas sus coronas: sobre esta escena había un gran cartel bellamente escrito donde se leía: VENI, VIDI, VICI.


 La celebración por el triunfo de África fue la última, y la que obtuvo menos aprobación por parte de la elite romana, porque César, dejando que su indignación se impusiera a su sentido común, utilizó los teatrillos de los carromatos para escarnecer al alto mando republicano. Allí aparecían Metelo Escipión abandonándose a la pornografía, Labieno mutilando soldados romanos, y Catón bebiendo vino.
 

Los triunfos no fueron el final de los entretenimientos extraordinarios de ese año. César organizó también unos magníficos juegos funerarios por su hija, Julia, que había contado en vida con el afecto del pueblo de Roma.


 Había crecido en Subura rodeada de personas sencillas, y nunca se situó por encima de ellas. Por eso la habían incinerado en el Foro romano, y por eso sus cenizas yacían en una magnífica tumba del Campo de Marte, un hecho insólito.

 

Se representaron obras en el teatro de piedra de Pompeyo y en los escenarios provisionales levantados allí donde había espacio suficiente; gozaban de gran popularidad las comedias de Plauto, Enio y Terencio, pero a la gente le gustaban más las sencillas farsas atelanas. Se trataba de unas pantomimas llenas de personajes ridículos con máscaras. No obstante, debían tenerse en cuenta todos los gustos, así que un pequeño espacio se reservó para los elevados dramas de Sófocles, Esquilo y Eurípides.
 

César instituyó asimismo un certamen para la presentación de nuevas obras y ofreció un generoso premio para el ganador.
 
Mejor sería que Salustio se hubiera dedicado a eso. Había tenido que abandonar el cargo de gobernador en la provincia de África tras haberla desvalijado sin pudor. El asunto llegó a oídos de César, quien pagó personalmente millones para compensar a los plutócratas del grano y el comercio agraviado. Y sin embargo César seguía sintiendo simpatía por Salustio.

 

Los juegos funerarios de Julia no se redujeron a obras de teatro. César cubrió con una carpa todo el Foro romano y su Foro julio, y ofreció combates de gladiadores, espectáculos con bestias salvajes, luchas entre prisioneros de guerra condenados, y exhibiciones de la última moda marcial, los duelos con espadas largas y finas inútiles en una batalla.

 



Tras lo cual ofreció un banquete público en nada menos que veintidós mil mesas. Entre las exquisiteces se incluían seis mil angulas de agua dulce que tuvo que pedir a su amigo Lucilio Hirro, que se negó a cobrárselas. El vino corrió como el agua, las mesas rebosaban comida y quedaron sobras suficientes para que los pobres se llevaran a casa sacos enteros para completar su dieta durante mucho tiempo.

( C.McC.)




No hay comentarios:

Publicar un comentario