Y ya no pudieron decir nada más.
Como bien sabes, no apruebo todos esos consulados consecutivos ni a algunos de
tus voraces amigos, pero confieso que me exaspera extraordinariamente ver esa
envidia y desprecio en hombres que deberían tener la suficiente entereza para
ser ecuánimes. Esopo los calificaba acertadamente de uvas agrias. ¿Has visto
mayor insensatez que atribuir tus éxitos y sus fracasos a la suerte? La verdad
es que un hombre es factor de su propia suerte. Me dan ganas de escupir cuando
los oigo denigrar tu estupenda victoria.
Se acabó ese tema, porque me va
a dar una apoplejía. Y hablando de esos voraces amigos tuyos, Cayo Servilio
Glaucia, que asumió su cargo de tribuno de la plebe hace una semana, está ya
levantando un buen revuelo en el Foro. Ha convocado su primer contio para discutir
un nuevo proyecto de ley que piensa promulgar con idea de deshacer la faena del
héroe de Tolosa, Quinto Servilio Cepio, en caso de que su exilio en Esmirna
dure toda la vida. ¡No me gusta ese hombre y nunca me gustó! Glaucia va a
devolver el tribunal de extorsiones a los caballeros, con todas las
atribuciones subsidiarias. Si se aprueba la ley -y yo creo que sí-, a partir de
ahora el Estado podrá recuperarse de daños o de propiedades ilícitamente enajenadas,
o de fondos especulados, directamente de sus últimos beneficiarios o de los primeros
responsables. De este modo, antes de que un gobernador rapaz pueda poner sus
mal adquiridos bienes a nombre de su tía Lucia o del tata de su esposa, o de
alguien tan allegado como su hijo, con la ley de Glaucia también éstos tendrán
que rascarse la bolsa.
Supongo que esto es de justicia,
pero, ¿adónde nos conducirá una legislación como ésta, Cayo Mario? ¡Da al
Estado demasiado poder, y no digamos dinero! ¡Fomenta los demagogos y los
burócratas! Hay algo terriblemente alentador de meterse a la política para enriquecerse.
Es normal, es humano; es perdonable. Comprensible. A los que hay que vigilar es
a los que se dedican a la política para cambiar el mundo. Esos son el verdadero
mal: los del poder por el poder y los altruistas. No es sano pensar anticipadamente
sobre el futuro. Hay gente que no lo merece. ¿Te dije que era escéptico? Pues
sí, lo soy. Aunque a veces -sólo a veces- me pregunto si no me estoy volviendo
bastante cínico.
He oído que dentro de poco
estarás en Roma. ¡Estoy deseándolo! Quiero ver la cara que pone el Meneítos
nada más verte. Catulo César ha sido nombrado procónsul de la Galia itálica, como
seguramente tú imaginabas, y ya se ha reincorporado a su ejército en Placentia.
Ten cuidado porque intentará atribuirse el mérito de la próxima victoria si le
dejas. Espero que Lucio Cornelio Sila siga siendo tan leal como antes, aunque
haya muerto Julilla.
En el aspecto diplomático,
Bataces y sus sacerdotes se han decidido finalmente a regresar a su país. Hasta
Brundisium llegan los lamentos de varias damas de alto linaje. Ahora somos
anfitriones de una embajada menos imponente y amenazadora. Viene en nombre nada
menos que del joven rey que ha conseguido anexionarse la mayor parte del
territorio en torno al mar Euxino, Mitrídates del Ponto. Quiere un tratado de
amistad y alianza, pero Escauro no está a favor de ello. No sé por qué.
¿Tendrá, acaso, algo que ver con la fuerte influencia de los agentes del rey
Nicomedes de nuestra aliada Bitinia? Edepol, edepol, ¡de nuevo esa horrible vena
escéptica! No, Cayo Mario, no es una vena cínica. Al menos, por ahora.
Para terminar, algo de
chismorreo y noticias privadas. El padre conscripto Marco Calpurnio Bibulo es
padre de un hijo y heredero, lo que ha causado gratas expresiones de júbilo por
parte de los Domitios Ahenobarbos y Servilios Cepios, aunque he advertido que
los Calpurnios Pisones han mantenido su aire de indiferencia. Aunque parece ser
el destino de algunos ancianos venerables casarse con colegialas, es más habitual
en ellos acabar en brazos de la muerte. Ha muerto Cayo Lucilio, nuestro, nunca
mejor dicho, gigante. De verdad que lo siento bastante. ¡Era un plomo en la
vida real, pero por escrito era brillantísimo! También lamento, esta vez muy
sinceramente, la muerte de tu anciana Marta la siria. Ya sé que lo sabes porque
te escribió Julia, pero yo echaré de menos a la vieja bruja. El Meneítos echaba
espumarajos cuando la veía por Roma en su llamativa litera púrpura. Tu querida
Julia también lamenta su muerte. Por cierto, espero que sepas apreciar a la
joya con quien estás casado. No conozco muchas esposas que sientan pena por la
muerte de un huésped que llegó para estar un mes y se quedó para siempre, y más
un huésped que se tomaba como etiqueta escupir en el suelo y mear en el
estanque.
Acabo repitiendo tus propias
palabras. "¡Viva Roma!" ¿Cómo has podido, Cayo Mario? ¡Qué
engreimiento!
( C.
McC. )
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