domingo, 11 de diciembre de 2022

CÉSAR DESCRIBE UN EPISODIO DE LA GUERRA DE ALEJANDRÍA CONTRA GANIMEDES

En una de esas acciones estuvimos a punto de sufrir una muy grave derrota.

 

Lo cierto es que perdimos no menos de cuatrocientos legionarios; se difundió un pánico en el que desapareció todo sentido de la disciplina, y yo mismo tuve que nadar a través del puerto para salvar mi vida, mientras abandonaba como trofeo para el enemigo mi manto escarlata de imperator, que me impedía nadar y que, en todo caso, atraía sobre sí demasiados proyectiles.

 

 En aquella guerra rara vez nos era posible el descanso.

 

 Cada día el enemigo intentaba alguna nueva acción.

 

 Mis soldados, que debían librar un tipo de guerra al que en modo alguno estaban acostumbrados y que se hallaban ansiosos casi todos por volver a sus casas, mantenían la disciplina sólo porque sabían que se encontraban en peligro y porque aún conservaban su confianza en mi capacidad militar.

 

 Tanto ellos como yo sabíamos que la guerra no terminaría hasta que hubiéramos recibido refuerzos que nos permitieran enfrentarnos al enemigo en una batalla formal.

 

Mientras tanto, en cualquier momento podíamos quedar cogidos en una trampa o superados por nuestros muy hábiles adversarios.






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