Te
alegrará saber, mi querido hermano, que he dado a luz a un niño hermoso y sano.
Apenas he sufrido, y estoy bien.
Ay,
pequeño Cayo, mi marido dice que debo escribirte antes de que lo haga alguien que
te quiere. Sé que debería hacerlo nuestra madre, pero no lo hará. Siente
demasiado su vergüenza, aunque es más una desgracia que una vergüenza, y
yo la quiero igual.
Los
dos sabemos que nuestro hermanastro Lucio ha estado enamorado de nuestra madre desde
que ella se casó con Filipo. Ella prefirió pasarlo por alto o realmente no se
dio cuenta.
Sin duda, no tiene nada que reprocharse en todos los años que estuvo casada con Filipo.
Pero tras la muerte de su marido, se sintió muy sola, y Lucio siempre se
hallaba presente.
Tú estabas muy ocupado, o bien ni siquiera estabas en Roma, y yo tenía a la pequeña
Marcela, y luego volví a quedarme embarazada, así que confieso que no he estado
lo suficientemente atenta. De modo que debo culparme a mí misma de lo ocurrido.
La culpa es mía. Sí, la culpa es mía.
Nuestra madre espera un hijo de Lucio, y se han casado.
Como
tiene cuarenta y cinco años, no se dio cuenta de que estaba embarazada, querido
hermano, de modo que cuando lo supo ya era tarde para evitar un escándalo. Por supuesto,
Lucio enseguida se mostró dispuesto a casarse con ella. De todos modos ya
tenían pensado hacerlo cuando concluyera su duelo por Filipo. La boda se
celebró ayer, muy discretamente. El querido Lucio César se ha portado muy bien
con ellos, pero aunque su dignitas no se ha visto mermada entre sus
amigos, no tiene la menor influencia sobre las mujeres que "mandan en
Roma", no sé si me entiendes. Los cotilleos han sido maliciosos y amargos;
tanto más, dice mi marido, por tu elevada posición.
Nuestra
madre y Lucio se han ido a vivir a la villa de Miseno, y no volverán a Roma. Te
escribo con la esperanza de que entiendas, como yo, que estas cosas pueden
pasar, y no son una señal de depravación. ¿Cómo no voy a quererla, cuando ella
siempre ha sido todo lo que debe ser una madre? Y todo lo que debe ser una
matrona romana.
¿Le escribirás, pequeño Cayo, y le dirás que la quieres, que
lo entiendes?
( C. McC. )
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