(
Estaban presentes la viuda de Cicerón, Terencia, y un grupo de mujeres que
incluía a Marcia, Pomponia, Fabia, la antigua vestal massima, y
Calpurnia la viuda de Cayo Julio César, así como un buen número de mujeres de
todas clases, entre ellas una nutrida representación de prostitutas
profesionales vestidas con togas de colores vivos, maquilladas y con pelucas
chillonas).
¡Soy
una ciudadana romana!. ¡También soy una mujer!. ¡Una mujer de la Primera
Clase!. ¿Y qué significa eso exactamente?. Pues ¿qué va a ser?. ¡Que me acuesto
en mi lecho de matrimonio virgen y luego me convierto en una de las posesiones
de mi marido!. ¡Él puede ejecutarme por adulterio, aunque yo no puedo
reprocharle que se acueste con otras mujeres... ni con otros hombres!. Y cuando
enviudo, no puedo volver a casarme. En lugar de eso, debo depender de la
caridad de mi familia para que me proporcione un techo bajo el que vivir, pues
según la lex Voconia no puedo heredar ninguna fortuna, y si mi marido
quiere despojarme de mi dote, ¡es muy difícil impedírselo!.
¡Ésa
es la suerte que corre una mujer de la Primera Clase!. Pero ¿cambiaría la
situación si fuese una mujer de una clase inferior, o si no perteneciese a
ninguna clase en absoluto?. ¡Seguiría siendo una ciudadana romana!. ¡Seguiría
siendo virgen cuando me acostase en mi lecho nupcial y seguiría siendo
propiedad de mi marido!. Seguiría teniendo que depender de la caridad de mi
familia al quedarme viuda... ¡pero al menos tendría la oportunidad de casarme
con algo más que con un hombre!. Podría casarme con una profesión, con un
oficio, con una labor. Podría ganarme la vida por mí misma como pintora o
carpintera, como médica o herbolaria. Podría vender los productos de mi jardín
o mi gallinero. Si quisiese, podría vender mi cuerpo trabajando de meretriz.
¡Podría ahorrar una parte de lo que ganase y reservarlo para mi vejez!.
¡Por
lo tanto, como ciudadana romana y mujer, me siento con pleno derecho a dejar
constancia del atropello que se quiere cometer contra toda ciudadana romana y
mujer que obtiene ingresos de cualquier clase y que tiene la capacidad de
controlar dichos ingresos!. ¡Hablo aquí en nombre de mi propia Primera Clase,
cuyos ingresos proceden de la dote o de exiguas herencias, así como en nombre
de todas las mujeres de clase inferior o que no pertenecen a ninguna clase en
absoluto y cuyos ingresos proceden de la venta de huevos, hortalizas, de los
trabajos de fontanería, pintura, construcción, prostitución, etcétera,
etcétera!. ¡Pues todas nosotras vamos a perder los ingresos de un año para
financiar las insensateces de los hombres romanos!. ¡He dicho insensateces y lo
repito: insensateces!.
¿Acaso
votamos las mujeres de Roma?. ¿Elegimos a los magistrados?. ¿Votamos a favor o
en contra de las leyes?. ¿Tuvimos acaso ocasión de votar en contra de esta
deplorable lex Clodia que dice que debemos pagar los ingresos de un año
al Erario?. ¡No, lo cierto es que no tuvimos la opción de votar contra esta
insensatez!. Una insensatez promovida por un trío de hombres petulantes,
privilegiados e imbéciles llamados Marco Antonio, César Octaviano y Marco
Lepido!. ¡Si Roma quiere cobrarnos impuestos, entonces Roma debe darnos el
derecho al voto así como la ciudadanía!. ¡Si Roma quiere cobrarnos impuestos,
entonces Roma tendrá que permitirnos elegir a los magistrados, votar a favor o
en contra de las leyes!.
.
¿Y
cómo van a recaudar este impuesto infame esos idiotas que gobiernan Roma?. Los
censores inscriben en una lista a los hombres de las cinco clases, junto con
sus ingresos; pero nosotras, las ciudadanas romanas, no estamos inscritas en
ninguna lista, ¿a que no?. Entonces, ¿cómo van a decidir cuáles son nuestros
ingresos esos idiotas que gobiernan Roma?.
¿Acaso alguno de los necios de los agentes del Erario va a acercarse a
una pobre viejecilla del mercado que esté vendiendo sus bordados, sus mechas
para las lámparas de aceite o sus huevos y preguntarle cuánto gana al año?. O,
aún peor, ¿va a decidir de forma arbitraria lo que ella gana a la luz de su
propia misoginia machista?. ¿Acaso van a intimidarnos y a fastidiarnos, acaso
van a amenazarnos y a coaccionamos? ¿Van a hacer eso? ¿Es eso lo que van a
hacer?
¡Pues
yo creo que no!. ¡Todas cuantas estamos en la tribuna de este Foro somos
viudas, entre ellas la viuda de César, la Viuda de Catón y la viuda de
Cicerón!. ¿Acaso César cobraba impuestos a las mujeres?. ¿Cobraba Catón
impuestos a las mujeres?. ¿Cobraba Cicerón impuestos a las mujeres?. ¡No, no lo
hacían!. ¡Cicerón, Catón y César entendían que las mujeres no tenían voz
pública!. ¡El único poder legal del que disfrutamos es el derecho a disponer de
nuestro propio dinero libremente, y ahora esta lex Clodia va a
despojarnos incluso de eso!. ¡Bueno, pues nos negamos a pagar este impuesto!.
¡Ni un solo sestercio!. ¡A menos que nos otorguen distintos derechos, como el
derecho a votar, el derecho a sentarnos en el Senado y el derecho a
presentarnos a las elecciones como magistrados!
¿Y
qué hay de la esposa del triunviro Marco Antonio, Fulvia?. ¡Fulvia es la mujer
más rica de Roma, y sui iuris!. ¿Pero tiene ella que pagar este impuesto?. ¡No,
ella no!. ¿Y por qué no?. ¡Porque le ha dado a Roma siete hijos!. ¡Y añado,
nada menos que tres de ellos son los villanos más repugnantes que hayan estado
dentro del Foro o de una mujer!. ¡Mientras que nosotras, que hemos obedecido el
mos maiorum y hemos seguido siendo viudas, tenemos que pagar!.
¡
Mirad, ahí vienen los lictores a por mí!. ¡No os atreváis a detenernos!.
¡Volved con vuestros amos y decidles de parte de la hija de Quinto Hortensio
que las mujeres sui iuris de Roma, de las clases más altas hasta las más
bajas, no piensan pagar este impuesto!. ¡Y no lo pagarán!. ¡Venga, marchaos!.
¡Fuera!. ¡Fuera!.
NOTA
FINAL: Ante la presión de la multitud de mujeres presentes en el foro que igual
también les gritaban ¡fuera! a los lictores, éstos tuvieron que desistir de
deternerla. Pero enterado el triunviro Marco Antonio, manifestó que la iba a
proscribir, igual que todas las que asistieron en el foro y la apoyaron, pero
el resto de los triunviros Marco Lépido y César Octavio, respondieron a Marco
Antonio, que no sólo no cumplirá su amenaza, sino que además ni dirá nada sobre
eso.
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