Os
levantasteis contra Roma por culpa de la bondad romana. Primero os dimos la
tierra para que tuvierais reyes de vuestra propia raza; luego mantuvimos las
leyes de vuestros padres y os permitimos conservar el control de vuestros
asuntos internos y externos; os permitimos recaudar impuestos para vuestro Dios
y recoger ofrendas, y no desanimamos ni estorbamos a quienes las hacían, ¡os
enriquecisteis a nuestra costa para hacernos la guerra!. A pesar de gozar de
tales ventajas, arrojasteis vuestra abundancia a la cabeza de quien os las
había proporcionado, y semejantes a animales, mordisteis la mano que os daba de
comer. Vespasiano saqueó Galilea y los territorios adyacentes, dándoos tiempo
para que recuperarais el sentido común. Pero tomasteis la generosidad por
debilidad y nuestra amabilidad sólo sirvió para aumentar vuestra audacia. Muy a
mi pesar, traje máquinas para romper vuestras murallas. Contuve a mis soldados,
siempre sedientos de vuestra sangre. Tras cada victoria, como si fuera una
derrota, os convoqué para firmar un armisticio. ¿Y después de todo esto,
vosotros, gente despreciable que habéis roto la paz romana, me invitáis ahora a
conferenciar?. Os haré una oferta final: si los supervivientes se rinden ahora,
al menos salvarán la vida y serán vendidos como esclavos o convertidos en pasto
de animales o gladiadores de todos los circos del Imperio. Si seguís
desafiantes a mis propósitos, entregaré la ciudad a mis legiones, con al orden
que tanto desean: saquearla, quemarla y arrasarla.
(
Flavio Josefo )
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