Nacido en el seno de la gens Servilia, su padre era Quinto Servilio Cepión que combatió a Viriato durante la Guerra Lusitana. Su hijo fue Quinto Servilio Cepión el Menor, padre de Servilia Cepionis, la famosa amante de Julio César.
Obtuvo el consulado en 106 a. C., junto con Cayo Atilio Serrano. Como cónsul aprobó un proyecto de ley que dictaba que los tribunales debían estar controlados exclusivamente por senadores, excluyendo a los equites, pero al parecer, esta ley fue derogada poco después.
Cepión saqueó los templos de la ciudad de Tolosa, encontrando 15.000 talentos de oro y 10.000 talentos de plata, (el famoso Oro de Tolosa). Las riquezas de Tolosa fueron inmediatamente transportadas a Roma, pero sólo llegó la plata, ya que la caravana con el oro fue asaltada por unos bandidos que mataron a toda la cohorte que lo custodiaba. En Roma surgieron rumores de que estos bandidos habían sido contratados por el propio Cepión para poder apropiarse de las inmensas riquezas; esta tesis se apoya en que el Oro de Tolosa nunca se encontró. Parece ser que este oro fue transmitiéndose de generación en generación hasta llegar a Bruto. A pesar de que la riqueza que adquirió Cepión fue enorme, se cree que tuvo que pagarla muy caro, ya que la posterior destrucción de su ejército y su triste destino se consideró como un castigo divino por su acto sacrílego. De ahí también surgió el proverbio Aurum Tolosanum habet.
Continuó con el mando de la provincia en el año 105 a. C. cuando llegó otro ejercito romano bajo el mando del cónsul Cneo Malio Máximo (en algunas fuentes aparece como Gneo Manlio Máximo). Cepión rechazó la cooperación con Cn. Malio Máximo ya que era un hombre nuevo que pertenecía a la nobleza rural pero no al patriciado o nobleza romana; eso para el elitista y arrogante Cepión era una ofensa, y finalmente los dos se dividieron la provincia por el río Ródano (Cepión la parte occidental y Manlio la oriental). Derrotado Marco Aurelio Escauro por los cimbros, Manlio solicitó la ayuda de Cepión para que unieran sus fuerzas.
Diez años después de la batalla (95 a. C.) el tribuno Cayo Norbano le acusó de «pérdida de su ejército», y a pesar de que fue defendido por el orador Lucio Licinio Craso, que era cónsul en ese año, y por otros muchos de la aristocracia romana, Cepión acabó condenado, perdió la ciudadanía y le prohibieron recibir comida a menos de 1.300 kilómetros de Roma. Fue multado con 15.000 talentos, y al no contar con tanto dinero acabó exiliado en Esmirna, donde murió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario