Terpandro (en griego Τέρπανδρος, Térpandros) (Lesbos, primera
mitad del siglo VII a. C.) fue un poeta y músico griego, inventor de la escala
diatónica.
Su nombre significa «deleitador
de hombres». La leyenda asegura que pacificó Esparta por medio de la música por
mandato del Oráculo de Delfos. Ganó el premio en la primera festividad
de Apolo Cárneo (676 a. C.). Fundó en Esparta la escuela citarédica.
Vivió en el siglo VII a. C. y
pudo haber sido contemporáneo de Calino, Arquíloco y Tales de Creta. Fue
famoso por componer ligeras canciones con que los griegos amenizaban la vida
doméstica y que solían solazar la mesa. Estas canciones populares no se
consideraban ocupación indigna de los hombres eminentes: las hicieron personas
tan respetables como Solón, Platón y Aristóteles.
Terpandro pasa también por ser
e inventor del barbitón y del heptacordio (lira de siete cuerdas), añadiendo
tres cuerdas más a la lira de cuatro. Créese igualmente que aplicó a las
composiciones líricas el canto y un acompañamiento seguido, lo que distinguió
en adelante esta poesía de la elegía política y de la poesía yámbica, que no
requerían más ayuda que el antiguo recitado rapsódico.
Este insigne músico griego que
descubrió para la Antigua Grecia la cuarta y la séptima notas, amplió así la
escala pentatónica conocida hasta entonces, con lo que creó el diatonismo que
perduró en el mundo occidental hasta hoy.
Fue acusado ante el senado de
Esparta por haber añadido a su lira las cuerdas que producían los nuevos
sonidos. Se dice que el Senado aceptó discutir la acusación, que dividió las
opiniones: unos pedían pena de cárcel, y otros, menos severos o tal vez más
cultos, creían que bastaba con imponerle una multa. Otra cosa indigna fue que
al presentarse Terpandro con su lira, que llevaba ya siete cuerdas, a competir
en los Juegos Olímpicos donde se disputaban los premios grandes personalidades
como Sófocles, Esquilo y otros eminentes griegos, el jurado, conservador
también, lo obligó a romper las cuerdas de los nuevos sonidos.
Sin embargo, los beneficios de
los sonidos sexto y séptimo fueron evidentes. En primer lugar, con ellos
nacieron, a la vez, nuestra escala diatónica mayor y los semitonos.
En aquella escala, no había
ningún intervalo que correspondiera a lo que hoy llamamos semitonos, pues de do
a re había un tono; de re a fa un intervalo mayor que éste; de fa a sol un tono
y de sol a la otro tono. Al conquistar Terpandro los sonidos sexto y séptimo
quedaron en esta forma: fa, do, sol, re, la, mi y si, y al colocarlos por
grados conjuntos do, re, mi, fa, sol, la, si, más la repetición de la base do,
resultaron la escala llamada diatónica y los semitonos entre las notas mi-fa y
si-do, lo que demuestra que el semitono surgió sin la idea de dividir el tono.
Curioso es que, después de
veintiséis siglos, los músicos no hayan descubierto todavía el origen de la
escala diatónica mayor, lo que comprueba de manera absoluta lo dicho por
Gevaert: «En música empieza apenas el período de la reflexión».
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