Te escribo muy afligido, pues la hija más joven de nuestro amigo
Fundano ha muerto. Nunca vi nada más alegre que esta criatura, nadie más digna
de ser amada o que mereciera, no sólo una larga vida, sino incluso la inmortalidad.
No había cumplido todavía trece años y ya manifestaba el buen sentido de una mujer
de edad, la dignidad de una madre, la tímida inocencia de la virginidad y la
dulzura de una niña. ¡Cómo sé estrechaba contra su padre cuando éste la abrazaba
y con qué timidez y ternura rodeaba con sus brazos el cuello de sus amigos!. Quería a sus niñeras, a sus preceptores y a
sus tutores, agradeciéndoles lo que habían hecho por ella. ¡Cuán inteligente y
ansiosa en sus lecturas, cuán discreta y circunspecta en sus juegos!. ¡Y pensar
en el dominio sobre sí misma, en la paciencia y en el valor con que soportó su última
enfermedad!. Hacía todo lo que los médicos le ordenaban; trataba de animar a su
hermana y a su padre, y a fuerza de voluntad mantuvo activo su débil cuerpo
cuando su energía se iba agotando. Su entereza persistió hasta el último
momento sin que la alterasen la enfermedad ni el miedo a la muerte, la muerte que
nos la iba a arrebatar. Su pérdida ha sido, desde luego, un amargo dolor y el
golpe más cruel por el momento en que ha llegado. Estaba comprometida con un
excelente muchacho. Ya se había fijado el día de la boda y se habían enviado
las invitaciones. Toda esta alegría se trocó en dolor. No puedes imaginarte mi
angustia al oír a Fundano —el dolor tiene detalles desgarradores— dando órdenes
para que el dinero que había de gastarse en galas nupciales y perlas y joyas se
empleara en incienso, ungüentos y perfumes para el funeral. Fundano es un
hombre culto y reflexivo, el tipo del hombre que ha consagrado su vida a
estudios y ocupaciones serias. Ahora rechaza con aversión todos los consejos
que tan a menudo ha dado y oído dar, y, desterrando de su mente todos los demás
intereses, está totalmente entregado a los afectos familiares. Tú lo
comprenderás y, desde luego, lo admirarás si piensas en lo que ha perdido. Ha
perdido una hija que reflejaba tanto su carácter como sus facciones y expresión.
Con una notable semejanza, ella encarnaba de nuevo la personalidad de su padre.
Si le escribes acerca de esta gran pena, procura no instarle a recobrar calma,
y no te expreses con excesiva energía; escríbele una carta dulce y afectuosa.
Un intervalo de tiempo contribuirá mucho a que se encuentre en disposición de
aceptar tus consuelos. Una herida en carne viva huye del contacto de la mano
del médico; después puede soportarlo y más tarde lo necesita: de la misma
manera el dolor, cuando está reciente rechaza y rehuye cualquier intento de
consuelo, pero pronto se desea y finalmente se acepta si se hace con dulzura.
Pasión por los romanos. Un blog de divulgación creado por Xavier Valderas que es un largo paseo por el vasto Imperio Romano y la Antigüedad, en especial el mundo greco-romano.
lunes, 6 de abril de 2020
CARTA DE PLINIO EL JOVEN A UN AMIGO POR EL FALLECIMIENTO DE UN HIJA DE FUNDANO (AMIGO COMÚN DE AMBOS)
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