lunes, 6 de abril de 2020

CARTA DE PLINIO EL JOVEN A UN AMIGO POR EL FALLECIMIENTO DE UN HIJA DE FUNDANO (AMIGO COMÚN DE AMBOS)



Te escribo muy afligido, pues la hija más joven de nuestro amigo Fundano ha muerto. Nunca vi nada más alegre que esta criatura, nadie más digna de ser amada o que mereciera, no sólo una larga vida, sino incluso la inmortalidad. No había cumplido todavía trece años y ya manifestaba el buen sentido de una mujer de edad, la dignidad de una madre, la tímida inocencia de la virginidad y la dulzura de una niña. ¡Cómo sé estrechaba contra su padre cuando éste la abrazaba y con qué timidez y ternura rodeaba con sus brazos el cuello de sus amigos!.  Quería a sus niñeras, a sus preceptores y a sus tutores, agradeciéndoles lo que habían hecho por ella. ¡Cuán inteligente y ansiosa en sus lecturas, cuán discreta y circunspecta en sus juegos!. ¡Y pensar en el dominio sobre sí misma, en la paciencia y en el valor con que soportó su última enfermedad!. Hacía todo lo que los médicos le ordenaban; trataba de animar a su hermana y a su padre, y a fuerza de voluntad mantuvo activo su débil cuerpo cuando su energía se iba agotando. Su entereza persistió hasta el último momento sin que la alterasen la enfermedad ni el miedo a la muerte, la muerte que nos la iba a arrebatar. Su pérdida ha sido, desde luego, un amargo dolor y el golpe más cruel por el momento en que ha llegado. Estaba comprometida con un excelente muchacho. Ya se había fijado el día de la boda y se habían enviado las invitaciones. Toda esta alegría se trocó en dolor. No puedes imaginarte mi angustia al oír a Fundano —el dolor tiene detalles desgarradores— dando órdenes para que el dinero que había de gastarse en galas nupciales y perlas y joyas se empleara en incienso, ungüentos y perfumes para el funeral. Fundano es un hombre culto y reflexivo, el tipo del hombre que ha consagrado su vida a estudios y ocupaciones serias. Ahora rechaza con aversión todos los consejos que tan a menudo ha dado y oído dar, y, desterrando de su mente todos los demás intereses, está totalmente entregado a los afectos familiares. Tú lo comprenderás y, desde luego, lo admirarás si piensas en lo que ha perdido. Ha perdido una hija que reflejaba tanto su carácter como sus facciones y expresión. Con una notable semejanza, ella encarnaba de nuevo la personalidad de su padre. Si le escribes acerca de esta gran pena, procura no instarle a recobrar calma, y no te expreses con excesiva energía; escríbele una carta dulce y afectuosa. Un intervalo de tiempo contribuirá mucho a que se encuentre en disposición de aceptar tus consuelos. Una herida en carne viva huye del contacto de la mano del médico; después puede soportarlo y más tarde lo necesita: de la misma manera el dolor, cuando está reciente rechaza y rehuye cualquier intento de consuelo, pero pronto se desea y finalmente se acepta si se hace con dulzura.





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