Viriato
penetró sin temor alguno en Carpetania, que era un país rico, y se dedicó a
devastarla hasta que Cayo
Plaucio llegó de
Roma con diez mil soldados de infantería y mil trescientos jinetes. Entonces,
de nuevo Viriato fingió que huía y Plaucio mandó en su persecución a unos
cuatro mil hombres, a los cuales Viriato, volviendo sobre sus pasos, dio muerte
a excepción de unos pocos. Cruzó el río Tajo y acampó en un monte cubierto de
olivos, llamado monte de Venus. Allí lo encontró Plaucio y, lleno de premura
por borrar su derrota, le presentó batalla. Sin embargo, tras sufrir una
derrota sangrienta, huyó sin orden alguno a las ciudades y se retiró a sus
cuarteles de invierno desde la mitad del verano, sin valor para presentarse en
ningún sitio. Viriato, entonces, se dedicó a recorrer el país sin que nadie le
inquietase y exigía a sus poseedores el valor de la próxima cosecha y a quien
no se lo entregaba, se la destruía.
(
Apiano en "Sobre Iberia" )
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